A propósito del domingo 20 de diciembre



Creo que estas elecciones recuperaré la esencia de votar porque reconozco que en las anteriores he ido más bien a botar (sí , con b), a los que estaban. 

Bueno, pues pensando en ello, me viene toda una serie de ideas a la cabeza (no sé por qué se dice así, porque en realidad nunca han estado en otro lado…). Uno ya tiene sus años y por tanto, puede hablar, al menos con experiencia, que siempre es un grado. 

Hablaré, pues, de lo que ha supuesto la creencia que he tenido de estar inculcando valores firmes y adecuados a mis hijos y que les insistí en el estudio, en la disciplina, en la austeridad y en algo de sacrificio. De esta forma, he pensado, siempre, que gastar en educación era la mejor inversión que podía hacer.

A mis treinta y tantos años, creía que con esfuerzo, dedicación y conocimiento, podrían llegar a donde se lo propusiesen. ¡Craso error!

Mi planteamiento tenía una lógica inicial basada en la descomposición de la dictadura y los privilegios de pertenecer al Régimen, de estar en la Falange o en el Opus o tener acceso a alguien con poder político que te diera la famosa tarjeta que te abría despachos, cargos y prebendas.
Pero hete aquí que después de educar a hijos con carreras universitarias, amplia cultura, firmes convicciones morales y espíritu de lucha, me encuentro, ahora, en una sociedad rota y moralmente depravada, que es lo que significa el término “corrompida o corrupta”. Ya no se trata de pertenecer a la Falange, sino al partido que gobierna, no son tarjetas, sino llamadas de teléfono las que resuelven los trámites y consiguen los favores. Puedes llegar profesionalmente a cargos intermedios, pero a partir de ahí, empiezan los puestos de confianza (ocupados por la gente del partido). Se acaban los ascensos curriculares si no tienes el paraguas de estar bien visto, de ser uno de ellos. No hay forma de trabajar ni en el sector privado, porque todo está enredado en una maraña de conocidos. O estás en la foto, o tus méritos, sencillamente no existen porque ni te preguntan.

Ahora: ¿Cómo me desdigo y vuelvo atrás y les digo a mis hijos que antes de nada estudien habilidades sociales? ¿Cómo les aconsejo que se inscriban en las juventudes del partido con más posibilidades de gobernar? ¿Cómo me planteo que hay que trabajar en el espacio geográfico que tiene mejor sanidad, que es más celoso con sus conciudadanos y les enseña una lengua para después servirse de ella como puntuación inexcusable para cualquier trabajo?

Tengo la terrible sensación de que nos engañaron en la transición y durante todo el tiempo posterior en que nos la han presentado como una gran hazaña.
 

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