Es muy interesante lo que puede ocurrir cuando se comprueba, experimentalmente, un argumento sobre el que previamente se han aplicado ideas preconcebidas (aunque sean razonablemente sensatas). Un ejemplo muy interesante es el del índice glucémico de los alimentos. En artículos anteriores y en mi propio libro ( Nuestra alimentación de hoy basada en la de ayer ), adelantaba que el índice glucémico de un plato compuesto por varios ingredientes, podía variar, significativamente, del sospechado a partir del índice glucémico individual de cada componente. Un ejemplo podía ser el de la paella valenciana, cuyo índice glucémico no tiene nada que ver con el que se puede deducir de su contenido en arroz (alto índice). El manejo de este índice ha sido de gran ayuda para entender en qué fallaba el anterior criterio basado en cereales refinados y azúcares prohibidos en diabéticos, sin tener en consideración el tipo de alimento y su procesado. En la tabla, he puesto algunos ejemplos
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