Vitamina D, deporte e inmunidad
La
vitamina D es mucho más que una vitamina necesaria para
absorber calcio y mantener nuestro esqueleto (evitando la temida osteoporosis).
Actualmente se le da el rango de “hormona”, al considerarse su acción en el
organismo activando o desactivando genes, para lo que se une a una proteína
conocida como "vitamina D receptora" (VDR) que, en el interior de la
célula sirve como un factor de trascripción que actúa dentro del núcleo celular.
El VDR pertenece a una familia de proteínas conocidas como "receptores nucleares"
que responden a hormonas como los estrógenos y la testosterona.
Por otro lado, su acción más
conocida es sobre la homeostasis del calcio (algo así como “la autorregulación
del calcio”), que comienza con la exposición a la luz ultravioleta del sol, de
un derivado del colesterol (el 7-dehidrocolesterol) que hay en las células de
la piel. A partir de ahí, se forma en el hígado la 25-hidroxivitamina D3, que
es la forma circulante de la vitamina D. Posteriormente, los riñones convierten
la 25-hidroxivitamina D3 en 1,25-dihidroxivitamina D3, que es lo que se
considera la “forma activa” de la vitamina.D. Pues bien, parece que la 1,25-D
actúa a través de regular la activación de por lo menos 1000 genes diferentes,
incluyendo aquellos que se relacionan con el metabolismo del calcio, su
deposito en los huesos y la formación de estos. En los últimos 20 años los
científicos han individualizado muchos otros genes que regula la vitamina D,
incluyendo genes cruciales para una variedad de la inmunidad celular –luego insistiremos
en este detalle-.
Los investigadores de varias
universidades norteamericanas descubrieron, en el siglo pasado, que una hormona
producida por la glándula paratiroides es crítica para el mantenimiento de una
cantidad determinada de la forma “activa” de vitamina D en la sangre; de tal
forma que cuando se necesita calcio, la glándula paratiroides envía la hormona
paratiroides a los riñones, para que inicien la producción de esa forma activa.
Posteriormente, la presencia en plasma de dicha forma activa de vitamina D,
implica que los intestinos transfieran el calcio de los alimentos a la sangre.
Por todo ello, cuando se toma muy poco calcio en la alimentación, o el calcio
no se absorbe suficientemente, tanto la vitamina D como la hormona paratiroidea
inician un proceso por el cual el calcio almacenado se obtiene de los huesos,
lo que genera su descalcificación (osteoporosis). Todo este complejo proceso
podría resumirse en que hay que tomar calcio, exponerse a la luz solar y tener
un hígado y unos riñones sanos. Pero, sin embargo, en la actualidad, nuestros
ancianos pierden masa ósea, se caen, se fracturan los huesos y quedan encamados
y discapacitados en muchas ocasiones en medio de fuertes dolores. ¿Que falla?
Pues bien, hace unos años, unos
investigadores norteamericanos descubrieron que si comparábamos la relación
entre la 25-hidroxivitamina D3 y la 1,25-dihidroxivitamina D3, en ciudadanos
afroamericanos actuales y la comparamos con la de nuestros antepasados, esta
relación está muy alterada. En nuestros ancestros dominaba la forma 25 hidoxi,
mientras que en los afroamericanos actuales domina la 1,25 dihidroxi -recordemos
que esta es la forma activa, que actúa como una hormona y que provoca
alteraciones en la secreción de paratohormona y en el metabolismo del calcio-.
El origen de esta alteración
está en los cambios dramáticos que ha sufrido nuestra dieta y la forma de
enfrentarnos al medio ambiente. Cuando estábamos en los albores de nuestra
evolución, comíamos insectos (cutículas y calcio), roíamos hueso (calcio),
comíamos espinas de pescado (calcio), hortalizas y plantas ricas en calcio…..
Ahora le quitamos las espinas al pescado, nadie roe huesos, tomamos pocas
verduras y sin embargo, tomamos cereales y alimentos que secuestran calcio y
nos contentamos con el hecho de que tomamos leche. Hacemos poco ejercicio
físico, ingerimos poco calcio, tenemos mucha forma activa de la vitamina D y….
finalmente, osteoporosis, no podía ser de otra forma…
Podríamos pensar, por otro
lado, que eso es potestativo de los países fríos o con poca insolación. España
está protegida de esta hipovitaminosis ya que el predominio de la luz solar es
abrumador en casi todas nuestras regiones. Sin embargo, en un reciente estudio
(2005) de la Unidad de Metabolismo Mineral del Hospital Reina Sofía de Córdoba,
un grupo de investigadores encontró que más de un 80 por ciento de mujeres
posmenopáusicas sanas tenían insuficiencia en vitamina D (menos de 30 ng/ml),
mientras un 5 por ciento tenía deficiencia grave (menos 10 ng/ml), lo que confirmaba
la evidencia creciente de que la elevada prevalencia (el número de casos en que
se produce esta deficiencia) de la insuficiencia en vitamina D en todo el mundo
ocurre también en España, pese a que el estudio se hizo en una ciudad como
Córdoba que por su latitud (37.85º N) y horas de sol al año posibilita la
formación de vitamina D.
Hasta ahora hemos explicado aspectos muy conocidos de la vitamina-hormona
D. A continuación voy a centrarme en su relación con la inmunidad, aspecto muy
importante en relación con la práctica deportiva intensa en la que se da la
llamada “open window” o ventana abierta a las infecciones leves tan comunes en
deportistas sometidos a entrenamientos de alta intensidad y duración.
La explicación la tenemos en la Figura siguiente
Vamos a explicarlo aunque nos pongamos un poco técnicos y empleemos un
lenguaje de jerga médica –también pondré la bibliografía para acceder a ella en
el caso de precisar mayor información-:
Un ejercicio físico
extenuante induce cambios en los linfocitos circulantes, monocitos TLR
(receptores similares a Toll), y en la expresión del complejo mayor de
histocompatibilidad clase II (Gleeson M, 2007; Campbell JP y col 2009). En las
células NK (medido por la relación CD56bright:CD56dim) (Timmons BW and Cieslak T, 2008). En las
concentraciones de lisozima, lactoferrina e IgA en saliva (West NP y col 2008;
Bishop NC and Gleeson M, 2009). Asimismo disminuye la proliferación celular
inducida por mitógeno y la producción de célula de IL-2 y de IFN-GAMA (Gleeson
M and Bishop NC, 2005). El argumento podría ser un mecanismo hormésico debido
al aumento que el ejercicio provoca de proteínas de choque térmico Hsp70 y 72,
lo que generaría una respuesta inmunitaria (Horn P y col 2007; Whitham M and
Fortes MB, 2008). Las catecolaminas segregadas durante el esfuerzo intenso
serían “la señal” para esa respuesta inmunitaria (Ortega E y col, 2007).
Finalmente el aumento de cortisol estaría relacionado con un aumento de
TNFalfa, IL-1 y finalmente IL-6 (citocinas proinflamatorias inversamente
relacionadas con el estado inmunitario) (Mastorakos G y col, 2005).
Pues bien,
tal como comentamos, la vitamina D actúa a través del receptor específico
perteneciente a la superfamilia de receptores nucleares hormonales (VDR).
Regula la transcripción génica por homodimerización y heterodimerización con el
receptor X (RXR), receptor específico del ácido 9-cis-retinoico. El elemento de
respuesta al que se une el dímero VDR-RXR se denomina elemento de respuesta a
vitamina D (VDRE). El complejo se une al ADN y regula la transcripción de
diversos genes (Rodrigo Mora y col 2008). Su función es, pues, la de una
auténtica hormona (sistema endocrino de la vitamina D (SEVD)), aunque se la
siga llamando vitamina. Su
relación con los procesos infecciosos proviene de hace más de veinte años
(Lemire JM y col 1984; Rigby WF y col 1984).
Recientemente, el interés ha crecido como consecuencia de dos hechos: 1) El
convencimiento de que el sistema inmune podría convertir vitamina D circulante
en su forma activa y 2) el hecho de que ésta forma activa induce la formación
de catelicidinas (péptidos antimicrobianos que se expresan en leucocitos
y células epiteliales de mamíferos y otros vertebrados) que, a su vez, inhibe la replicación de micobacterium tuberculosis en
experimentos realizados “in vitro”, de hecho, el suero con concentraciones
bajas de vitamina D tiene menor capacidad bactericida (Bikle, 2010; Hewison M,
2010; Chistakos S y col, 2010; Güerri RC y col, 2009)).
Recientemente se ha publicado la existencia de un VDRE en el promotor del
gen de la catelicidina, comprobándose que la 1,25(OH)2D3
induce la expresión de cAMP en monocitos, neutrófilos, etc.,como respuesta a
patógenos como Pseudomonas aeruginosa
(Miller J
and Gallo RL 2010).
Los efectos de la vitamina D en la inmunidad son:
1) Induce la diferenciación de monocitos a
macrófagos
2) Aumenta la tasa de fagocitosis
3) Aumenta la producción de enzimas lisosomiales
4) Disminuye la producción de interleucina 2
(Il2) (Müller K y col 1996)
La vitamina D interactúa con el sistema inmunitario innato a través de:
1) Los receptores tipo Toll
2) El receptor de la vitamina D (VDR)
3) El péptido antimicrobiano catelicidina
En general, estos hallazgos indican que esta hormona inhibe la respuesta
Th1 y puede promover una respuesta Th2.
La European Food Safety Authority (EFSA)
concluye en su informe de 2009 que está establecida una relación de causa y efecto
entre la ingesta dietética de vitamina D y su contribución al funcionamiento
normal del sistema inmune en el ser humano
BIBLIOGRAFÍA GENERAL
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