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Mostrando entradas de abril, 2014

Calentito porque acaba de publicarse...

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Hace años que vengo defendiendo la teoría de que el DHA (ácido docosahexaenoico, un ácido graso Omega-3), debió de tener una importancia capital en nuestra evolución. En mi libro (La alimentación de ayer….) explicaba el sentimiento que existe entre los antropólogos acerca de este ácido graso y su conexión con la aparición de nuestra especie en un contexto fluvial y marítimo (que es en el que están los peces cuyos fosfolípidos lo contienen). Posteriormente se han averiguado las características físico-químicas tan especiales de este ácido graso y finalmente, se han realizado múltiples ensayos clínicos con él, aunque con resultados dispares. En un artículo anterior, mostraba que, cada vez más, los investigadores pensamos que la disparidad se debe a las diferencias de preparado industrial empleado y a la dificultad de controlar la dieta de forma estricta. Sin embargo, la sospecha acerca de su enorme importancia y de sus acciones como suplemento en casos deficitarios, junto a l

Más sobre los Omega-3

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Hace algún tiempo que vengo comentando, tanto en el blog, como en diversos foros, la trascendencia del ácido graso docosahexaenoico (DHA) tanto desde el punto de vista de estudios en fisiología, como en su aplicación práctica en patologías como la cardiopatía isquémica.  No obstante, últimamente se vienen publicando meta-análisis contradictorios sobre los resultados en pacientes publicados en diferentes estudios, lo que ha llevado a la sociedad norteamericana de cardiología a no incluir estos tratamientos en sus guías terapéuticas, recomendando tan solo los ácidos grasos omega-3 de pescado o cápsulas de aceite (1 g/día) para la reducción del riesgo de enfermedad cardiovascular en prevención secundaria -la Sociedad Europea de Cardiología recomienda simplemente, tomar pescado al menos dos veces a la semana (una de ellas, pescado azul)-. Este hecho choca frontalmente con los estudios epidemiológicos, en los que se ha encontrado que la suplementación con aceite de pes

Poco relacionado está con el deporte, pero no me resisto a ponerlo...

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  Una vez que he comenzado a escribir sobre la microbiota, no me resisto a hablar de su relación con una de las patologías que será “estrella negra” en los próximos años (si la naturaleza nos permite seguir destrozando el planeta), se trata de las enfermedades mentales.  Sabemos que la inflamación crónica de bajo grado provoca (de forma circular) un aumento de las citocinas inflamatorias en el sistema nervioso central a través de la activación de la microglía cuya activación crónica puede comprometer el funcionamiento neuronal poniendo en marcha una cascada proinflamatoria. No olvidemos que las células de la microglía expresan moléculas que tienen por objetivo eliminar células dañadas o infectadas y a agentes patógenos que pudieran ser perjudiciales; sin embargo, estas moléculas también pueden dañar a neuronas sanas. En este sentido, recordemos que se considera que la reina de las enfermedades mentales graves, la esquizofrenia, es una suma de: Antecedentes genéticos (pre