Algunas cosas sobre las dietas a corto plazo
Miles y miles
de años evolucionando en un entorno en el que se cazaba y se seguía a los
animales pastadores en sus migraciones, lo que obligaba a un nomadismo
enormemente exigente en cuanto a la
condición física individual. Un individuo poco capaz físicamente, podría
aprovecharse del grupo en cuanto a los recursos alimenticios mientras
estuvieran inmóviles, pero el constante movimiento obligaba a una condición
física excelente de todos y cada uno de sus miembros. ¿Para qué iba la
evolución a primar la capacidad de saciedad del organismo en función de la
prevención de un posible sobrepeso?
Cuando el homo
habilis adquirió la capacidad de usar herramientas y fabricar armas uniéndose
en estructuras sociales organizadas, dejó de sentir la presión que obliga a los
depredadores a mantener la agilidad, resistencia y capacidad atlética, pero los
genes que promueven el almacenamiento de energía y la obesidad no fueron
eliminados por la selección natural y simplemente se les permitió la deriva en
el viaje genético de la evolución humana.
Tampoco se
modificaron cuando hace 7.000 años pasamos a ser agricultores y ganaderos, ni
cuando en el siglo XXI dejamos de utilizar la fuerza física como medio de trabajo,
pasando a estar la mayor parte del día sentados.
Los seres humanos pertenecen a un grupo de mamíferos que utilizan,
mayoritariamente, ácidos grasos y proteínas como nutrientes, lo que les ha
hecho poco eficientes en el almacenamiento de carbohidratos (apenas nos
permiten energía para un día, mientras que las grasas en depósitos nos permiten
energía para varias semanas). Además, el metabolismo humano es tal, que es
mucho más eficiente en convertir el exceso de proteína en grasa que en hacerlo
con los azúcares a grasa a largo plazo. Estas características se han
desarrollado porque era mucho más común comer un animal muerto periódicamente
que consumir una fuente abundante de hidratos de carbono en una única sesión.
Por otro lado, somos el único mamífero grande que obtiene la mayoría de la
energía a través de la absorción y metabolización de carbohidratos, lo que rara
vez produce aumento de tejido adiposo ya que el metabolismo de carbohidratos
está relacionado con la producción de energía. De esta forma, siempre y cuando
las fuentes de proteína y grasa se ingieran en cantidades modestas, incluso un
consumo excesivo de hidratos de carbono no contribuirá notablemente al depósito
de grasa.
Ahora bien, cuando se cumplen los requerimientos calóricos con los
carbohidratos (generalmente por una actividad física muy baja) y, además, se
consumen proteínas y grasas, éstos macronutrientes se convertirán en
triglicéridos llevando a un almacenamiento en tejido adiposo y a obesidad. Esto
se debe, en parte, a que no hay depósito para almacenar proteínas como fuente
regular de energía y los aminoácidos se desaminan y se convierten en grasas.
Si queremos eliminar el sobrepeso, no es factible, metabólicamente,
disminuir drásticamente las calorías eliminando los carbohidratos mediante las
muchas dietas de moda. A corto plazo todas funcionan, pero inmediatamente se
ponen en marcha nuestros mecanismos evolutivos y el organismo genera hormonas
orexígenas, productoras de un apetito feroz y difícil de sobrellevar, junto a
mecanismos de restricción del gasto energético (esto explica el efecto yo-yo de
muchas dietas mal planificadas).
No podemos ignorar nuestro organismo en su conjunto a la hora de planificar
una dieta de reducción de peso, por eso, la ciencia del tratamiento de la
obesidad es de las más complejas a las que se enfrenta la medicina actual.
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