El calor y el deporte
En los Juegos Olímpicos de Estocolmo (1912), se exigió por
primera vez a los deportistas un certificado médico para competir y por primera
ocasión tras Filípides, el Maratón terminó con un muerto. Un corredor portugués
de 21 años cayó fulminado después de los 30 kilómetros y al día siguiente
falleció por las secelas de un golpe de calor.
Detrás
de un hecho tan dramático están dos razones evolutivas que no debemos perder de
vista.
De un lado, sabemos que nuestra capacidad de termorregulación en
las zonas de fuerte calor africano de donde procedemos, unidas a la necesidad
de una intensa actividad física para cazar y sumadas, lógicamente, a la
proteína de alta calidad de la carne de caza, aumentaron la dopamina y dieron
lugar a la expansión de las zonas más modernas y complejas del cerebro humano.
Somos sapiens, en gran medida, porque nos pusimos a dos patas y comenzamos a
correr y a cazar.
De otro lado, tenemos que tener en cuenta que para nuestro
organismo la carrera es una cuestión de supervivencia, no entiende que sea una
forma de plantear el tiempo libre de forma lúdica. La producción de calor
durante la actividad física intensa puede llegar hasta 800 a 1.000 Kcal/hora lo
que supone una elevación de 1 ºC cada 5 minutos. A esto hay que añadir que la lesión muscular
que acompaña al ejercicio intenso eleva por sí misma la temperatura corporal
Con ambos conceptos debemos de trabajar, entendiendo que,
aunque estamos muy bien preparados para perder el calor generado, nuestra
máquina funcionará si se le dan las dos cosas que la evolución ha diseñado,
entrenamiento y líquido para evaporar.
El entrenamiento modifica estructuralmente las glándulas
sudoríparas, incrementando su producción de sudor y mejora la tolerancia al
calor a través de la alteración en el control del flujo de la sangre a la piel
(por reducción del umbral vasodilatador). Por otro lado, el entrenamiento
aerobio aumenta el tiempo y la carga en que se establece el umbral anaerobio y
en este sentido hay que tener en cuenta que una vez que el ejercicio físico
sobrepasa el umbral anaerobio, se produce una vasoconstricción con la
subsiguiente descompensación de los mecanismos termorreguladores.
El aporte de líquido permite evaporar sudor y eliminar calor
en el núcleo interno (grandes vasos, corazón, pulmones y vísceras). La falta de
aporte hídrico provoca la disminución de sudoración y la colocación al
organismo en situaciones críticas de aumento de calor en el núcleo interno. Por cada grado centígrado que se
eleva la temperatura, el metabolismo celular aumenta un 13%, de forma que a 40
grados, el metabolismo es un 50% mayor de lo normal. A medida que el metabolismo aumenta, la
demanda celular de oxígeno va superando el aporte, y a 42 oC, la
fosforilación oxidativa se desacopla. Entre los 45 y 46 grados comienza la destrucción
celular
En general estos conceptos se conocen por los llamados
corredores populares, quizás hay que incidir en dos aspectos de los que a veces
se olvidan. Por un lado está el hecho de que la hidratación en pruebas que
duran más de dos horas no solo debe hacerse con agua, sino que debe haber un
aporte de sodio, particularmente si hay mucha sudoración. Por otro, hay que
tener en cuenta, que si la hidratación no es adecuada, aunque no se llegue a la
patología por calor, se pierde rendimiento deportivo, ya que el organismo lucha
en dos frentes opuestos, enviando sangre a la periferia para enfriar el cuerpo
y a los músculos para transportar oxígeno. La deshidratación produce
la disminución del volumen plasmático y
por tanto del volumen latido. Por otra parte, para la misma intensidad del
ejercicio, la frecuencia cardíaca es más elevada, especialmente en los
esfuerzos submáximos. En los máximos disminuyen el VO2 max, los niveles de
lactato y la duración del ejercicio. Cuando a la hipohidratación se le añade la
restricción de alimentos, el glucógeno muscular desciende hasta el 45%, lo que
supone un notable desafío al proceso de la contracción muscular.
NORMAS
PARA EL DEPORTISTA
1)
Moderar la actividad en proporción al aumento de la temperatura, teniendo en
cuenta que en algunos casos la aclimatación requiere dos semanas de tiempo.
2)
Entrenar por la mañana o por la tarde en las horas menos calurosas y,
preferentemente a la sombra.
3)
Vestir prendas blancas, que reflejen el calor radiante, y porosas, para
permitir la evaporación. Usar gorra para minimizar el impacto del sol en la
cabeza.
4)
Controlar bien el peso y reemplazar cuanto antes el líquido perdido.
5) Atención
a los diuréticos (cafeína) y al uso de cocaína
6)
Evitar una alimentación hiperproteica, por su acción dinámico‑específica y la
deshidratación que suelen inducir.
7)
Alertarse a los primeros signos o síntomas de enfermedad de calor: calambres,
vértigo, síntomas de fatiga. problemas
de coordinación de los movimientos.
8) No
evitar totalmente el ejercicio físico con temperaturas altas, pero tampoco
exponerse por un tiempo demasiado prolongado.
Ante cualquier sensación de malestar o, simplemente,
observar problemas de avituallamiento, nos debe llevar a una solución sensata
de abandono. Este fue el caso del japonés Kamakury, que en el mismo maratón de
Estocolmo (Juegos Olímpicos, 1912), desapareció de la carrera. La policía nunca
lo encontró, sin embargo 50 años después reapareció en un programa de
televisión para contar que durante la competencia, una joven sueca le ofreció
una naranjada desde la ventana. Aceptó, entró a la casa, descansó unos segundos
y se quedó para toda vida. Tuvo seis hijos con la sueca.
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