Calentito porque acaba de publicarse...



Hace años que vengo defendiendo la teoría de que el DHA (ácido docosahexaenoico, un ácido graso Omega-3), debió de tener una importancia capital en nuestra evolución. En mi libro (La alimentación de ayer….) explicaba el sentimiento que existe entre los antropólogos acerca de este ácido graso y su conexión con la aparición de nuestra especie en un contexto fluvial y marítimo (que es en el que están los peces cuyos fosfolípidos lo contienen). Posteriormente se han averiguado las características físico-químicas tan especiales de este ácido graso y finalmente, se han realizado múltiples ensayos clínicos con él, aunque con resultados dispares.

En un artículo anterior, mostraba que, cada vez más, los investigadores pensamos que la disparidad se debe a las diferencias de preparado industrial empleado y a la dificultad de controlar la dieta de forma estricta. Sin embargo, la sospecha acerca de su enorme importancia y de sus acciones como suplemento en casos deficitarios, junto a la evidencia clínica en mi experiencia personal, me han hecho seguir utilizándolo como suplemento estrella en muchos casos en mi consulta.

Pues bien, acaba de publicarse un estudio trascendental. Científicos de la Escuela de Medicina de la Universidad de Oregón dirigidos por Damien Fair, profesor de Psiquiatría y Neurociencia del Comportamiento, estudiaron a un grupo de monos macacos rhesus mayores (17 a 19 años de edad) que habían sido alimentados durante toda su vida con una dieta alta o baja en ácidos grasos omega-3, incluyendo DHA. El estudio encontró que los monos que tenían la dieta rica en DHA tenían una fuerte conectividad de las vías visuales tempranas en sus cerebros. También encontró que los monos con la dieta rica en DHA mostraron mayores conexiones dentro de varias redes cerebrales similares al cerebro humano - incluyendo las redes para el procesamiento de más alto nivel y la cognición.

¡Podíamos ver la actividad y las conexiones dentro de las áreas del cerebro de macaco que son importantes en el cerebro humano para la atención! Declaraba Damien Fair. Una exclamación que a los antropólogos les sonará a música celestial y que sin dudar, a mi colega Michale Crawford le habrá generado una sonrisa de oreja a oreja. El puzzle se va cerrando y la investigación con este ácido graso ya demuestra:
-          Que tiene propiedades físico-químicas que hacen que el fosfolípido de la membrana celular rico en él, sea especial (incluyendo las neuronas)
-          Que es parte fundamental del contenido graso de los peces y crustáceos de los que se alimentaban las hembras gestantes de los homínidos y que es clave en la primera infancia en nuestra especie.
-          Que cuando se deja de ingerir aparecen patologías muy graves y déficits que afectan a la visión y a la conectividad neuronal
-          Que las poblaciones que lo consumen en abundancia tienen menor incidencia de patologías cardiovasculares y enfermedades mentales, entre otras.
-          Que cuando se toma de forma natural (grasa de pescado azul, marisco..) es terapéutica en diversas patologías (incluyendo aumento de la cognición en ancianos, por ejemplo). Y que cuando no se puede ingerir la cantidad de pescado necesaria, si el suplemento es biodisponible y tecnológicamente adecuado, es igualmente eficaz.
-          Que……..

"El pescado es bueno para el cerebro", nos repetían nuestras abuelas, y la ciencia se empeña en darles la razón. Dietas ricas en pescado azul, no solo protegen las neuronas frente al deterioro, sino que se relacionan con mejoras en el rendimiento mental, la memoria, la concentración, la agudeza visual, el estado de ánimo, el déficit de atención con hiperactividad e incluso enfermedades psiquiátricas como la depresión y la esquizofrenia.

Ahí es nada. El que quiera entender, que entienda…….

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