Los primeros homínidos carnívoros
En el estudio de la evolución de nuestra especie hay un punto
conflictivo, debido a la escasa presencia de fósiles, que se ha denominado por
los medios de comunicación “el eslabón perdido”.
El paso al bipedismo hace unos 4 millones de años supone un
reto en la actualidad para los antropólogos, de hecho, existen teorías para
todos los gustos, incluyendo la hipótesis del simio acuático, que considera que
los antecesores inmediatos de los humanos y otros homínidos vivieron por un
tiempo significativo en un ambiente semiacuático sobre la costa africana
(entendiendo por semiacuático la alternancia de periodos en tierra y periodos
en el agua para huir de depredadores o buscar crustáceos). Una teoría que
imbrica la presencia del DHA (Omega3) como elemento clave en el desarrollo de
nuestro cerebro.
El bipedismo fue decisivo para el desarrollo de la pinza del
pulgar (la mano tecnológica), al liberarla de la garra de los primates y
permitir un uso de herramientas. Los humanos almacenan mayor energía que los
cuadrúpedos cuando caminan, pero no cuando corren, debido que el ser humano al
correr es 75% menos eficiente que al caminar. Un estudio demostró que el
caminar de los homínidos bípedos es notablemente más eficiente que el caminar
de los homínidos cuadrúpedos. No obstante, los gastos del desplazamiento de un
cuadrúpedo y un bípedo son los mismos, por ello es tan complicado determinar el
sentido final de la posición bípeda si no es por un conjunto de circunstancias
que se dieron a la vez.
Pero en este contexto, siempre se han planteado cambios
orgánicos que se han relacionado con el acceso a una fuente dietética “nueva”
para los primates, la carne. Sin embargo, comer carne por un organismo
acostumbrado a una dieta frugívora significa un reto anatómico que se
contradice con las investigaciones que demuestran –en los pocos fósiles de este
período- que “homo erectus” tenía unos dientes relativamente pequeños y una
menor fuerza de mordida. ¿Cómo se conjuga una mayor demanda de energía, una
reducción del tubo digestivo y menor capacidad de masticación? Pues con la
adición de carne a la dieta. Sin embargo, el descubrimiento del fuego y su
utilización masiva por los homínidos no se produjo hasta hace unos 800.000
años, por tanto ¿Cómo se conjuga la ingesta de carne y un aparato masticatorio
y un tubo digestivo impropios de un depredador?
Pues bien, según se desprende del estudio realizado por Katherine D. Zink & Daniel E. Lieberman y
publicado en Nature, las tecnologías de procesamiento de la carne de carroña o
de caza del Paleolítico inferior explican por sí mismas la capacitación para
digerir la carne cruda. De esta forma, estos autores han demostrado que, aunque
el aumento de requerimiento energético obligó a tomar alimentos de alto poder
biológico, la carne cruda golpeada y cortada en pequeños trozos podía ser
suficientemente triturada por el, relativamente débil, aparato masticatorio de
nuestros antepasados. Simplemente cortando la carne y golpeando las raíces y tubérculos,
los homínidos habrían mejorado su capacidad de masticar la carne en partículas
más pequeñas en un 41%, lo que redujo el número de masticaciones por año en
otro 5%, y la disminución de las necesidades de fuerzas de la masticación en un
12% adicional.
Empieza a deshacerse el rompecabezas del eslabón perdido y
comienza a aparecer la imagen de un primer homínido que se lanza a terrenos
abiertos (posiblemente obligado por la ausencia de la pluviselva debido a
cambios climáticos), libera la mano y empieza a darle un uso más preciso que le
permitía utilizar herramientas con las que corta y machaca la carne –inicialmente
oportunista- dando lugar a sucesivos cambios en el cerebro que le permiten
convertirse en un cazador grupal.
Impact of meat and Lower Palaeolithic food processing techniques on chewing
in humans
Nature (2016)
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