¿Qué es una dieta antiinflamatoria y por qué es saludable?
En primer lugar hay que considerar que la llamada
inflamación de bajo grado, juega un papel fundamental en el desarrollo de
trastornos metabólicos, tales como las dislipidemias (elevación
anormal de concentración de grasas en la sangre), la aterogénesis, la
diabetes 2 y la hipertensión arterial. Asimismo conduce a la activación de
señales intracelulares que culminan con la liberación de factores inflamatorios
de afectación local y sistémica, los cuales retroalimentan e interconectan a
los tejidos adiposo, muscular y hepático con macrófagos proinflamatorios
productores de citocinas inflamatorias y especies reactivas de oxígeno. Una vez
establecida, la inflamación sistémica de grado bajo promueve y perpetúa las
alteraciones metabólicas estableciendo un ciclo deletéreo que favorece procesos
patológicos como la resistencia a la insulina y la arterioesclerosis.
Por otro lado, sabemos que esta situación metabólica general
tiene mucho de ambiental, ya que las tribus de cazadores y poblaciones que no
llevan el estilo de vida occidental, la desconocen por completo. Por todo ello,
parece razonable considerar que los cambios de dieta, junto a otros cambios
generales, deben considerarse muy seriamente.
La dieta antiinflamatoria es una combinación de dietas
mediterráneas y asiáticas. Incorpora verduras (4-6 /día) y enfatiza las frutas,
pescado y las proteínas vegetales. Incluye grasas más saludables (aceite de
oliva, semillas, nueces, aguacates) que proporcionan omega-3, que promueven una
vía diferente de prostaglandinas que no es proinflamatoria. Disminuyen alimentos
ultraprocesados y carbohidratos simples, junto a un control de la sal común.
Esta dieta destaca la ingesta de alimentos ricos en
antioxidantes, así como bebidas como el té verde.
Finalmente, se considera relevante incluir determinados
alimentos y especies. Verduras con el brócoli. Hortalizas como tomates y
zanahorias. Frutos secos como las nueces. Frutas frescas como cítricos,
arándanos, moras, fresas etc. Alimentos fermentados como choucroute y natto,
que son fermentados de la col y de la soja respectivamente. Yogur o kéfir. Cereales
de grano entero. Especies como el jengibre o la cúrcuma.
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