¿Dieta cetósica a deportistas? ¿Hay argumentos fisiológicos?
Recuerdo en una de las clases en
la Facultad de Medicina de Estrasburgo, cuando estudiaba la especialidad de
medicina del deporte (hace cuarenta años, nada menos), un profesor dio una
clase de fisiología del ejercicio espectacular para el momento. Utilizaba las
leyes de la termodinámica para explicar el éxito del atleta de élite en media
distancia. Comentaba, de forma muy novedosa, que el procesamiento energético de
la mitocondria en las células musculares, era muy eficiente (aumentaba menos la
entropía que en los menos afortunados genéticamente).
Aquello se me quedó grabado
durante mucho tiempo, y lo he ido relacionando con diversos estudios
posteriores sobre la producción de especies reactivas de oxígeno y producción
de antioxidantes endógenos, sobre todo a raíz de nuestros estudios en la universidad,
con el ácido graso omega3 docosahexaenoico (DHA), ya que su acción en los
deportistas a los que se los suministrábamos, parecía mejorar la eficiencia en
el umbral anaeróbico.
Posteriormente, los conocimientos
sobre la evolución de nuestra especie, han dado un giro brutal al concepto de
dieta equilibrada y ha puesto de relieve, algo que todos los que tratábamos con
deportes de fuerza sabíamos en cuanto a los requerimientos de proteínas y grasas.
En ese contexto, y teniendo en
cuenta las actuales corrientes de dietas cetósicas y el testimonio de los
deportistas que las llevan a cabo, me he puesto a estudiar cual es el mecanismo
exacto por el que pueden favorecer (según comentan ellos mismos), a deportistas
en general, exceptuando a los de fondo y gran fondo.
Pues bien, estudiando y
comparando el tipo de dieta actual (supuestamente equilibrada) que manejamos en
los deportistas, he observado dos alteraciones importantes respecto a la forma
de alimentarse de los homínidos de nuestra especie en las decenas de miles de
años previas al neolítico. Por un lado, la desaparición de los períodos de
ayuno obligados por las circunstancias de la caza, y por otro, la disminución
dramática, del consumo de pescados y mariscos por nuestras hembras gestantes
(que en la prehistoria, marisqueaban frecuentemente mientras los varones
cazaban, en un contexto marítimo y fluvial típico de nuestra especie).
Los patrones dietéticos actuales,
incluida la composición de macronutrientes y la frecuencia de las comidas, dan
lugar a muy pocos casos de cetosis debido a elevaciones constantes en la
insulina, lo que inhibe la cetogénesis. Sin embargo, ese estado era
relativamente frecuente en la etapa de cazadores y, por ello, nuestro organismo
está perfectamente preparado para utilizar las cetonas como combustible de
éxito.
La mayor parte de la
investigación, actual, que explora los efectos mitocondriales de las cetonas
utiliza neuronas como objetivo, lo que no es sorprendente dados los
pronunciados beneficios neurológicos de las cetonas, que incluyen menos convulsiones
en pacientes con epilepsia, menor frecuencia de crisis migrañosas y mejora
cognitiva. De hecho, algunos de estos beneficios mitocondriales informados de
las cetonas en las neuronas, se deben a una reducción en el estrés oxidativo y
una mayor supervivencia.
Ahola-Erkkila y col., estudiaron
un modelo de miopatía mitocondrial y observaron que el β-hidroxibutirato (uno
de los cuerpos cetónicos que participa en el metabolismo energético anaerobio,
reduciendo el piruvato (procedente de la glucólisis) para regenerar el NAD+
que, en presencia de glucosa, ayudó a mantener la respiración mitocondrial y la
morfología dentro del tejido muscular, lo que consiguió ralentizar la pérdida
de músculo en las miopatías. Con ello, levantó el velo que descubría a los
cuerpos cetónicos como promotores de la supervivencia de las células musculares
por primera vez.
Los hallazgos de una reciente
publicación (Parker BA et al., 2018) pueden explicar las observaciones de
mantenimiento o incluso, incremento de masa muscular, cuando se da un alimento
a base de dieta cetogénica isocalórica y baja en carbohidratos. Específicamente,
Volek et al. (2002), encontraron que la masa corporal magra aumentó
aproximadamente 1 kg en seis semanas en comparación con los sujetos control, lo
que podría provenir de un efecto ahorrador de proteína muscular inducida por
cetonas.
Independientemente de si las cetonas inducen
un efecto de preservación muscular a través de una mayor protección de las
células musculares, la cetosis no parece obstaculizar la función muscular, al
contrario, la favorece al crear un entorno metabólico favorable.
¿Cómo trasladar estos conocimientos
al campo de la nutrición deportiva?
Pues bien, la cetosis, se puede
lograr a través de una intervención dietética (es decir, dieta en ayunas o baja
en carbohidratos) o el consumo de cetonas exógenas, de hecho, ya se ha
estudiado, con éxito, una bebida para deportistas llamada Keto (Myette-Côté É
et al., 2018).
Como corolario, nuevamente, los
deportistas, alcanzando metas imposibles, nos hacen estudiar con
mayor profundidad la fisiología y la bioquímica del ejercicio y nos obligan a
admitir cambios en nuestros criterios generales de nutrición, lo cual nos
obliga a estar permanentemente “al día” en nuestros conocimientos y supone un reto constante a nuestra práctica cotidiana respecto al control de
deportistas de élite desde la perspectiva de la fisiología y medicina del
deporte
Bibliografía referida:
-
Ahola-Erkkila, S.; Carroll, C.J.;
Peltola-Mjosund, K.; Tulkki, V.; Mattila, I.; Seppanen-Laakso, T.; Oresic, M.;
Tyynismaa, H.; Suomalainen, A. Ketogenic diet slows down mitochondrial myopathy
progression in mice. Hum. Mol. Genet. 2010, 19, 1974–1984
-
Parker BA et al. β-Hydroxybutyrate Elicits
Favorable Mitochondrial Changes in Skeletal Muscle. Int J Mol Sci. 2018 Aug
1;19(8). pii: E2247. doi: 10.3390/ijms19082247.
-
Volek, J.S.; Sharman, M.J.; Love, D.M.; Avery,
N.G.; Gomez, A.L.; Scheett, T.P.; Kraemer, W.J. Body composition and hormonal
responses to a carbohydrate-restricted diet. Metab. Clin. Exp. 2002, 51,
864–870.
-
Myette-Cote, E.; Neudorf, H.; Rafiei, H.;
Clarke, K.; Little, J.P. Prior ingestion of exogenous ketone monoester
attenuates the glycaemic response to an oral glucose tolerance test in healthy
young individuals. J. Physiol. 2018, 596, 1385–1395.
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