El uso inapropiado del lenguaje….

Estamos en plena batalla lingüística entre las autoridades encargadas de los llamados “claims” o alegaciones de salud de los alimentos funcionales y las empresas que han estudiado un nicho de mercado apetecible en estos alimentos y han invertido mucho dinero e investigación en demostrar sus propiedades.

Una alegación de salud es, por ejemplo, decir que un yogur aumenta las defensas naturales frente a infecciones. Evidentemente, todos suponemos que si alguien dice algo así es porque lo puede demostrar científicamente. Pues bien, el problema es que no se ha conseguido demostrar este efecto. Frente a esta situación, las grandes empresas que han promocionado productos probióticos como los yogures con determinadas bacterias, han decidido recurrir a la manipulación del lenguaje y ahora dicen que “ayuda a mejorar tus defensas”, es decir, no aumentan las defensas, sino que ayudan a mejorarlas, frase que les permite eludir la imposibilidad de enunciar la primera al no haber podido demostrarlo -hay que tener en cuenta que ayudar a mejorar las defensas lo hacen todos los nutrientes necesarios para que nuestro organismo funcione-.


El tracto gastrointestinal humano es un ecosistema complejo colonizado por centenares de especies microbianas diversas. La llamada “flora microbiana normal o microbiota” es un delicado equilibrio entre especies que puede variar incluso entre diferentes personas debido a sus características personales y de alimentación. Unas especies viven de los productos generados por otras lo que las hace interdependientes entre ellas y el propio organismo huésped. Las bacterias de la flora intestinal (más del 95% vive en la luz del colon) están adaptadas a su hábitat porque están unidas a la evolución humana. Esta individualización comienza en las primeras etapas de la vida y ejerce una gran influencia sobre muchas características bioquímicas, fisiológicas e inmunológicas del huésped en el que residen. Poco a poco vamos conociendo detalles de esta microflora comprendiendo procesos como adherencia intestinal, colonización, traslocación (paso de las bacterias y sus productos a través de la mucosa gastrointestinal) e inmunomodulación, mecanismos íntimamente ligados a la salud inmunitaria de su huésped.

Sabemos que existe una cantidad importante de bacterias formando la microbiota (1014) de las cuales más del 80% no han llegado a cultivarse en laboratorio. Conocemos por encima de 800 filotipos (caracterización filogenética de un organismo) bacterianos diferentes en el ser humano (entre 130 y 200 filotipos diferentes en un mismo individuo), por lo que podemos decir que la microbiota es tan personal como la huella digital y permanece estable hasta el fallecimiento del huésped. Y para complicar aún más el tema, es muy importante tener en cuenta que interaccionan activamente con el huésped.

a.      Diferencias entre el hombre actual y los homínidos que han conformado nuestro organismo
Tenemos que tener en cuenta que la dieta actual dista mucho de parecerse a la de nuestros antepasados mientras que, por el contrario, nuestro organismo apenas ha cambiado desde el paleolítico medio, hace más de 40.000 años. “El hombre actual pertenece socialmente al siglo XXI, pero genéticamente sigue en el paleolítico”. Nuestro genoma no ha variado en los últimos 10.000 años. Rosenberg y Trevathan sugieren que más del 95% de nuestra biología está concebida para la función que desempeñábamos como cazadores recolectores. Otros autores, como Crews y Gerber explican que numerosos alelos se han desarrollado en el ser humano para la supervivencia en la era paleolítica, es decir, para sobrevivir en condiciones de actividad y ciclos de comida y hambre, comían la comida cruda y a menudo fermentada e ingerían 5-10 veces más fibra de lo que nosotros hacemos. La tierra era su comedor, de modo que la comida estaba comúnmente contaminada con ingredientes microbianos.  De pronto (en un instante en términos evolutivos), hemos pasado a tomar los alimentos procesados, esterilizados y en ambientes limpios. La seguridad alimentaria es un logro importantísimo en la sociedad occidental, pero tiene un efecto indeseable que es la falta de aporte microbiológico de bacterias favorables.

b.     Interacción microbiota-intestino-organismo en general
La interacción de la microflora con el intestino tiene un impacto considerable tanto en los sistemas del huésped como en otras poblaciones bacterianas, tal como se ha podido comprobar mediante la experimentación con animales a los que se les eliminaban los gérmenes y en los que se producían graves complicaciones de salud (concepto MAC/GAC [Microflora-associated characteristics/germ-free animals characteristics])

La mayoría de la microflora no se adhiere directamente a la pared, sino que vive en biofilms asociada a partículas de comida, a moco o a células exfoliadas. El moco lubrica y protege al epitelio intestinal de las bacterias y de la acción de la digestión. Está compuesto de mucinas capaces de atrapar a las bacterias de forma selectiva o indiscriminada. Los polímeros de mucina que constituyen el moco contienen glucoproteínas, cuya parte hidrocarbonada está formada por restos de diferentes azúcares: fucosa, galactosa, N-acetilglucosamina, N-acetilgalactosamina y ácido siálico. Esta porción de hidratos de carbono sirve como nutriente para la microflora, pero también como receptor para toxinas microbianas y como proteína de superficie. Hay un control genético individual de este repertorio de hidratos de carbono y es uno de los modos por los que los genes del huésped pueden utilizar la conducta de los microbios intestinales.

A diferencia de otras mucosas, el sistema inmunológico intestinal tiene que distinguir no sólo entre lo propio y lo no propio, sino también entre antígenos extraños peligrosos y antígenos alimentarios y responder en consecuencia. Se desconoce con exactitud cómo se desarrolla este mecanismo, pero sabemos que involucra la selección cuidadosa de poblaciones linfocitarias apropiadas y la expresión de citoquinas. Hay que considerar además el papel relevante que desempeña la Inmunoglobulina A secretora en la exclusión de antígenos de la luz intestinal. Estas características indican que el desarrollo y la expresión del sistema inmunológico intestinal difieren en gran medida de la inmunidad sistémica

Junto con una respuesta celular, la función inmunitaria en el intestino tiene un papel protector previniendo las respuestas inmunitarias a las proteínas de la dieta y evitando sensibilizaciones, mientras que por otro parte induce respuestas inmunitarias específicas mediante la IgA secretora, excretada a la luz y con un papel relevante en la protección frente a la colonización por patógenos


Pues bien, con el empleo de probióticos se ha demostrado un estímulo de la inmunidad secretora, con el aumento de la producción de IgA S mediante interacciones complejas entre los diferentes constituyentes del ecosistema intestinal, como la microflora, las células epiteliales y las células inmunes.

¿Es suficiente como para afirmar una relación directa entre la inmunidad y el uso de determinados probióticos?

Continuará…….

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