Una pequeña reflexión
Lorena tiene dieciséis años, está en plena adolescencia y
está forjando su personalidad. No le gusta su imagen y tiene mucha inseguridad,
lo que la hace vulnerable y dependiente.
A los veintiséis conoce a un chico con el que acaba formando
una pareja y teniendo hijos. Son años duros, de mucho estrés para llevar
adelante la casa y un monótono trabajo de secretaria. Llega rendida a casa,
atiende a sus hijos y de vez en cuando se mira al espejo observando como las
arrugas y el cansancio hacen mella en su cara. Empieza a tener una cierta suficiencia
económica, cuida más su aspecto, viste a la moda (aunque con mucho cuidado de
elegir ropa económica), va a la peluquería y gasta cantidades, no muy
confesables, en cosmética.
Hace poco cumplió los cuarenta años y se ha puesto en manos
de una dietista, al tiempo que ha ido a la consulta de un médico porque se le
hinchan las piernas y tose con frecuencia. Le molestan las rodillas de vez en
cuando y suele dormir mal porque la tensión y los dolores de cuello no la dejan
descansar bien. Empieza a preocuparse por su imagen porque la relación con su
pareja se deteriora y piensa que ya no se interesa tanto por ella. Está
intentando dejar de fumar porque es lo primero que le ha dicho el médico, y
empieza a llevar una dieta sana aconsejada por una profesional. Se ha
matriculado en un gimnasio y acude esporádicamente a hacer ejercicio, aunque lo
ha dejado porque la estresa aún más ya que está lejos de casa y la obliga a
tener menos tiempo para “sus cosas” (en realidad el problema es que se ve muy
poco favorecida con la ropa de gimnasia y su cuerpo ya muy castigado frente a
las jovencitas esbeltas que se pasean por el gimnasio y atraen todas las
miradas).
Cuando Lorena cumple los cincuenta años ya no fuma, forma
parte del soporte del colosal negocio de la cosmética, las dietas milagro, la
moda, los tratamientos faciales, de pelo etc etc etc Sin embargo, su vida es un
calvario de molestias y dolores, se cansa con facilidad y es muy propensa a
coger resfriados, sus dolores de espalda y rodillas van en aumento y apenas
puede bajar por las escaleras, sus visitas al médico de familia primero, y
ahora a especialistas, colabora al enorme gasto sanitario del país. Su vida
familiar es un compendio de reproches y malestar, hijos adolescentes sin apenas
trato familiar, padres muy deteriorados viviendo en una Residencia.. El último
médico al que ha ido, le ha dicho que tiene osteoporosis y le ha mandado un
medicamento carísimo para los huesos, pero no mejora en absoluto. Ahora está
preocupada porque tiene el colesterol alto y los problemas circulatorios van en
aumento. La dependencia de los medicamentos es ya la regla, su humor ha
cambiado y apenas soporta a sus compañeros de trabajo. Atraviesa una época
deprimida, lo que la hace ir al médico y tomar más medicamentos…
Sin embargo, desconoce que su genética y factores
ambientales favorables la han salvado de enfermedades mucho más precoces y
graves. En realidad está sufriendo un deterioro “menor” en términos de agresión
a su organismo. Han sido muchos los factores que le han ido dañando, pero por
encima de todo hay dos que han sido decisivos; la falta de actividad física
intensa junto a una dieta que no le ha proporcionado los nutrientes
imprescindibles y una agresión directa por dos tóxicos devastadores, el tabaco
y el alcohol.
En el momento de hacer su capital óseo, tomó tres medidas
desastrosas, falta de ejercicio, dieta pobre en calcio y tabaquismo. En ningún
momento después, hizo nada que disminuyera la incidencia de estos tres
factores, al contrario, se dedicó a cuidar el aspecto exterior, dando lugar a
la cultura de la moda, de la cosmética, de la peluquería etc. Ahí están los
recursos sociales, ahí están las empresas que no pierden dinero. Finalmente, se
convirtió en una pieza del enorme gasto sanitario, baja la productividad,
aumenta el consumo de medicamentos, disminuye su calidad de vida, demanda
hospitalización y más gasto….
¿He dicho algo que no supiéramos todos? Y si ya lo sabíamos
¿Por qué no hacemos nada para evitar este futuro predecible?
Me hago varias preguntas:
¿Por qué se sigue promocionando el deporte competitivo de
una minoría que participa frente a la inmensa mayoría que asiste como
espectador? ¿Por qué no aumentamos los recursos para promocionar la actividad
física universal? ¡Todos tenemos que hacer ejercicio físico, es una obligación
con la que se nace por ser homínidos!
¿Por qué no se ponen impuestos al tabaco y al alcohol que
los sitúen más cerca de lo que suponen de gasto real para todo el sistema
sanitario? ¿Por qué pagamos todos la drogadicción de una parte? ¿Por qué
no se explica que el alcohol es una droga tan dura como la cocaína? (Y no me
hablen de palabrería como consumo responsable, bebidas alcohólicas recomendadas
por cardiólogos, potencial industrial del vino, mano de obra, etc etc etc)
Podemos seguir… ¿Por qué no se le pone un impuesto al azúcar
por ser un alimento con serios efectos secundarios? Y podemos seguir….
Bueno, a estas alturas del artículo algún lector pensará que
soy un talibán y que se empieza por esto y se acaba poniendo burkas para
prevenir el melanoma….
Quizás sea un problema que haya que abordar explicando estas
cosas en los colegios y en las familias que son las encargadas de socializar y
domar a esos adolescentes con inmadurez de la corteza frontal. Hay que invertir
en educación, no en campañas como “dile no a la droga” que es el ejemplo de la
estupidez del ideólogo de semejante bobada. A un adolescente no se le puede prohibir
algo (eso les anima), ni se le puede asustar con los problemas que le causará a
largo plazo una conducta inapropiada, su cerebro no funciona así, no le intimida
porque no valora el largo plazo, por eso no vale de nada que se le diga a una
chica que tome calcio y no fume para evitar tener osteoporosis a los cincuenta
años (qué le importa a ella lo que le pase a los cincuenta años si acaba de
recibir un wasap de una amiga diciéndole que ha visto a su chico con otra chica).
Todas las tribus de cazadores y recolectores tienen
ceremonias de transición de la adolescencia a la madurez. Generalmente son
pruebas muy duras en las que tienes que demostrar que puedes ser considerado un
adulto, mientras tanto eres un inferior, alguien que está para aprender como
una esponja, no para tomar iniciativas. Los adultos son respetados, pero los
ancianos son “venerados”, su opinión es clave para el conjunto de la tribu. Los
futuros miembros de la tribu saben cuales son las reglas y saben que todo lo
que se hace tiene una consecuencia. Nuestra sociedad actual trata a los niños
como adultos, sin embargo, a la hora de valorar el efecto de sus actos, se
actúa de forma extraordinariamente indulgente.
Quiero ver a los niños corriendo por los jardines, quiero
ver a los padres dándoles ejemplo y haciéndolo también. Quiero ver a un padre
en casa diciéndole a su hijo los graves problemas del alcohol y del tabaco, ¡dándoles
ejemplo también! ¿Cómo se puede decirle a un joven que no beba alcohol si el
padre está con la botella de cerveza viendo el partido de su equipo de fútbol?
Quiero ver padres con autoridad, la autoridad moral que se
tiene por cultura, por educación, por desarrollo personal. Quiero ver
responsables de la gestión con vocación de servicio, con humidad, rodeándose de
expertos… Es decir, no quiero ver lo que
veo.
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