El fútbol es especial hasta en la alimentación de los jugadores.
Leo un titular de prensa local
“El Murcia le planta cara a la grasa” y recuerdo una conversación de hace un
par de semanas con un jugador del Granada que me comentaba lo preocupado que
estaba el nutricionista del Club con el peso de los jugadores y me expresaba su
criterio de que lo que necesitan los jugadores es perder peso y no tomar ningún
suplemento.
Por supuesto que no voy a
criticar estas afirmaciones que provienen de periodistas y de la subjetividad
de un jugador, nada más lejos de mi intención que intervenir en la actividad
profesional de colegas bien preparados. Voy, simplemente, a poner un contexto
histórico a esta preocupación por el peso de los jugadores de fútbol.
A veces comento, entre mis
alumnos, que lo que me incitó a seguir con la especialidad de medicina del
deporte, en un momento en que en España no existía tal especialidad fue,
precisamente, el mundial de fútbol de 1982, celebrado en España. A éste respecto, recuerdo que escuché a un miembro del equipo médico
de la selección justificarse cuando un periodista empezó a bucear en la
preparación de la selección antes del mundial, considerando el fiasco que
supuso la pérdida de la clasificación al quedar la última de la segunda fase.
Ocurrió, entonces, algo parecido a lo que ha pasado ahora con el baloncesto, es
decir, un mundial celebrado en España, un equipo fantástico y una prensa
aireando la posible final España-Brasil (ni España ni Brasil pasaron de la
segunda fase). Recuerdo que comentaba, ese médico, que el encargado de preparar el menú de
los jugadores era el utillero y el masajista, ambos muy experimentados en
tratar esos temas con el encargado de la restauración en el lugar de
concentración. Por cierto, ya entonces, la roja realizaba preparaciones previas
al mundial sorprendentes (se fueron a Sudamérica el verano anterior para
preparar un campeonato que se iba a disputar no sólo en Europa, sino en tu
propio país...).
Había dos cosas que me parecían
absolutamente contradictorias. De una parte, el fútbol era el deporte rey y el
que aglutinaba todos los recursos destinados al deporte (mucho más que ahora). De
otra, los conocimientos en alimentación y deporte estaban revolucionando las
ciencias del deporte. Experimentadores escandinavos habían demostrado que
manipulaciones en la dieta conseguían aumentar el rendimiento en esquiadores de
fondo….. ¡Y aquí se dejaba la dieta en manos de un utillero y del masajista!
Años más tarde, cuando volvía de una estancia postdoctoral en Alemania y
hablaba con el Dr González Ruano (médico del Real Madrid), comentándole los
estudios que habíamos hecho con lactatos en jugadores del Colonia (estoy
hablando de los años 90), me dijo…. Si les hago yo eso a los jugadores, se
reúnen… (es decir, me echan). Eran épocas en las que los médicos de los equipos
de fútbol eran traumatólogos y, claro está, lo único que se hacía era tratar
lesiones.
En Barcelona las cosas eran
distintas gracias al Dr Carles Bestit, buen amigo y excelente profesional, que
fundó los servicios médicos del Club desde la perspectiva de la medicina del
deporte, pasando el traumatólogo a ser un consultor especialista más bajo su
supervisión. Eso distinguió al Barcelona y lo situó muy por delante del resto
de Clubes españoles que no fueron incorporando médicos del deporte hasta muchos
años después.
Me felicito, por tanto, de que en
los momentos actuales, hayan profesionales de las ciencias del deporte
trabajando conjuntamente y ayudando con sus conocimientos a que el futbolista,
como deportista de alto nivel, mantenga óptimas condiciones biológicas para que
la técnica se exprese en toda su intensidad y el jugador muestre sus cualidades
en todos los momentos y circunstancias del partido.
No obstante, no dejo de preguntarme por qué en los
deportistas de otras especialidades nos ocupamos (y preocupamos) con temas como
expresión de transportadores, carga glucémica de alimentos, recuperación del
almacenamiento de glucógeno etc etc, y en los jugadores de fútbol, la
preocupación es que están “gordos” (quizás la respuesta sea parecida a la que
me dio el Dr Ruano en el Madrid de los años 90, bastante esfuerzo ya es conseguir
que coman menos, como para intentar cambios en la dieta).
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