Entrenar ¿en ayunas?
Hay muchos deportistas que siguen criterios autodidactas en
el planteamiento de su entrenamiento, en parte porque tener un entrenador es
caro y en parte porque sus circunstancias particulares (nivel deportivo mediano
y horarios complicados), no lo permiten.
En estos deportistas, se acumulan errores lógicos ya que la
lectura de informaciones en internet es compleja pues hay que saber ser crítico
con la lectura y eso exige formación previa.
Uno de los errores que se cometen es asumir directamente el
entrenamiento en ayunas. La falta de conocimiento de fisiología hace que, al
aplicar el sentido común, se falle estrepitosamente en el resultado final. El
sentido común, lo que dice es que si se cena a las 21:00 h y ya no se toma nada
hasta la mañana siguiente, un entrenamiento al levantarse sin ingerir alimento,
es un entrenamiento en ayunas (ya que el glucógeno muscular se ha agotado por
el ayuno nocturno) y sirve para entrenar la lipolisis (el caballo de batalla
del entrenamiento en deportes de larga duración).
El problema es que en el organismo las cosas son mucho más
complejas y están sometidas a muchos controles. Cuando hay glucosa suficiente
en sangre, el músculo le pone un fósforo y la mete dentro (se llama
fosforilación), así se asegura de que nadie se la quita sin romper ese enlace.
De esta forma, la glucosa, firmemente enganchada por un enlace fósforo, puede
utilizarse en la síntesis de glucógeno
Vale, ya tenemos glucógeno en el músculo y a dormir. Ahora
es cuando viene el sentido común y dice: Al necesitar glucosa el organismo por
la noche, pues agotará el glucógeno almacenado y al despertarnos, estará
agotado y “a entrenar en ayunas”. Pero resulta que el enzima que tiene que
romper el enlace fósforo de la glucosa6-fosfato (la G-6 fosfatasa), no existe
en el músculo (apañados estábamos si así fuera), así, el tejido muscular no es
capaz de proveer de glucosa a la circulación sanguínea. Durante el tiempo entre
la alimentación y el ayuno de corta duración, la glucosa sanguínea permanece
dentro de límites normales debido, en parte, a la habilidad de los músculos de
proveer sustratos para el hígado, el cual los puede convertir en glucosa, es
decir, sustratos energéticos como lactato, piruvato, y alanina.
Entonces ¿es que no se puede entrenar en ayunas? Sí, pero
hay que agotar previamente el glucógeno muscular. Efectivamente, entrenar con las reservas disminuidas del glucógeno almacenado
aumenta la transcripción de interleucina 6 (Keller C et al., 2001); de piruvato
dhasa quinasa 4 (Furuyama T et al., 2003); de hexoquinasa (Petersen KF et al.,
2003) y de proteínas de choque térmico (Hsp 72) (Febbraio MA et al., 2002), es decir, sumamente interesante, pero ¿Qué hay que hacer? Pues
entrenar por la tarde y agotar el glucógeno muscular y sin cenar carbohidratos
llegar a la mañana siguiente y “entrenar en ayunas reales”. Y aún así,
simplificamos en exceso y obviamos acciones hormonales y rutas alternativas….
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