¿Más propensos a infecciones los practicantes de deportes de larga duración?
Los corredores de larga distancia padecen con frecuencia trastornos
gastrointestinales durante el esfuerzo –mareos, náuseas, vómitos, diarrea. Esta
función intestinal alterada se asocia con aumento de la permeabilidad
intestinal después de esfuerzos y competiciones de duración superior a dos
horas. La disminución del flujo sanguíneo al intestino e hígado durante el
ejercicio llega a ser de un 80% cuando la intensidad está por encima del 70%
del VO2max, lo que induce cambios en la absorción de nutrientes y en
la motilidad e integridad de la mucosa del tracto gastrointestinal, sobre todo
si la competición se realiza en un ambiente térmico desfavorable
(deshidratación). Por otro lado, aunque se acepta una relación entre el estado
inmunitario y el deporte de alta exigencia, particularmente debido a la
constatación del aumento de infecciones respiratorias en deportistas tras
esfuerzos extenuantes, la relación ejercicio de alta intensidad frente a
disminución del estado inmunitario solo está aceptada a nivel empírico (en
animales se ha comprobado también a nivel experimental). Se acepta, no
obstante, que el ejercicio agudo y crónico altera el número y función de las
células del sistema inmune innato –por ejemplo, neutrófilos, monocitos y
células NK circulantes-, sin embargo, no sabemos si el ejercicio altera la
migración de las células inmunes innatas y hay muy poca información sobre los
efectos del ejercicio en las células dendítricas (células presentadoras de
antígeno). Lo que sabemos es que se observa una linfocitosis durante e
inmediatamente después del ejercicio proporcional a su intensidad, hasta
retornar a valores previos a las 24 horas, pero de ahí a hablar de una “ventana
abierta” a las infecciones respiratorias en deportes de especial exigencia, hay
un largo trecho.
Tenemos, por tanto, dos situaciones contrapuestas, de un
lado, la disfunción intestinal producida en los entrenamientos muy intensos y
en la competición, relacionada, en parte, con una disminución en la competencia
inmune y con la pérdida de la integridad anatómica y funcional del tracto
gastrointestinal. Su resultado es un incremento de la permeabilidad de la
barrera intestinal (PI), que favorece el paso y la translocación (paso de las
bacterias y sus productos a través de la mucosa gastrointestinal), de gérmenes
gram negativos desde la luz del intestino hacia el medio interno, con la
aparición de bacteriemias endógenas y de infecciones a distancia, especialmente
en el pulmón. De otro lado, la controvertida “ventana abierta” a las
infecciones que se podría producir en el transcurso de continuos esfuerzos
extenuantes. Pues bien, en ambos casos existe la posibilidad de actuar
preventivamente si conocemos la fisiopatología del microbioma (término acuñado
por Joshua Lederberg y, particularmente, de la
microbiota intestinal.
La microbiota y el intestino se comunican por un lado
mediante la activación y el estímulo de las células B y T y por otro mediante
la acción sobre receptores específicos de membrana en el enterocito (la célula del intestino) con una misión
inmunomoduladora. El sistema inmunitario de individuos sanos está muy
activado en respuesta a los antígenos alimentarios y a los patógenos, pero
sobre todo a la flora normal, lo que no es muy intuitivo y desconcierta al
sentido común de los no entendidos que suelen pensar que la respuesta
inmunitaria se debe a la comida contaminada. El empleo de probióticos estimula
las células T helper (Th) 1,
productoras de citocinas y causantes de la inmunidad celular, asimismo estimula
la inmunidad secretora, con el aumento de la producción de IgA S mediante
interacciones complejas entre los diferentes constituyentes del ecosistema
intestinal, como la microflora, las células epiteliales y las células inmunes.
La administración oral de bacterias usadas habitualmente como probióticos (L. casei, L. delbrueckii spp., L. bulgaricus, L. acidophilus, L.
plantarum, L. rhamnosus, Lactococcus lactis y Streptococcus salivarius
spp. thermophilus) induce un
aumento de los linfocitos B, además de aumentar la IgA e interaccionar con las
células M de las placas de Peyer.
La literatura científica actual sugiere que los componentes
de la dieta pueden interactuar con los procesos en el huésped y tiene el
potencial de modificar su curso. Uno de los más estudiados son los
fitoquímicos, que tienen una amplia gama de efectos entre los que se incluyen antiinflamatorios,
anticancerígenos y antioxidantes, lo que sugiere que las intervenciones
dietéticas tienen el potencial de modificar procesos fisiológicos de gran
trascendencia para el organismo, incluida la inmunidad. La comprensión de estas
vías y cómo la dieta puede interactuar con ellos, contribuirá al desarrollo de
la nutrición personalizada como un gran hito para controlar la enfermedad. En
este sentido, los flavonoides, junto a los probióticos ya comentados y algunos
aminoácidos -ya usados como suplementos y ayudas ergogénicas-, son muy
importantes (entre éstos, son importantes la arginina y la glutamina). Quizás
estemos asistiendo a una nueva visión de las ayudas ergogénicas y la
suplementación en deportistas mediante cambios drásticos en la dieta y el apoyo
mediante suplementos apropiados de modo que restablezcamos una microbiota más
cerca de la que hemos tenido como cazadores y recolectores y, por tanto, más
favorable para afrontar los grandes esfuerzos físicos para los que nuestra
especie está, evolutivamente, muy bien preparada. En cualquier caso, conviene
enlazar datos muy interesantes como el hecho de la alta ingesta de pescado y
marisco en nuestra evolución (DHA), elevada exposición al sol (vitamina D),
alta ingesta de polifenoles (bayas y frutas salvajes), elevado consumo de
proteínas procedentes de caza, pesca e insectos (muy ricos en aminoácidos
esenciales), períodos de ayuno (autofagia), activación de quinasas dependientes
de AMP etc etc. Podríamos decir que se van argumentando, mediante la
investigación, las hipótesis de evolucionistas que han considerado a los
deportistas como los actuales cazadores y recolectores.
Nosotros,
en nuestra particular cruzada por una dieta adecuada y saludable, apostamos por
incluir alimentos ricos en los aminoácidos comentados, en flavonoides y en pre
y probióticos. Cuando el desayuno habitual no permite tomar alimentos ricos en
proteínas y los nutrientes comentados, un buen suplemento sería el que tuviera
una proteína de aislado de suero de leche (rica en glutamina leucina y arginina),
pre y probióticos (inulina y bacterias ácido-lácticas), beta glucanos,
apigenina (flavonoides) y vitamina B6 (tiene una acción favorecedora del
sistema inmune reconocida por la EFSA).
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