Correr en vacío....
Todos hemos sentido la enorme capacidad que tiene la carrera
para cambiar estados anímicos y pensamientos automáticos negativos. ¿Estamos
enfadados? A correr.. ¿No nos sale adelante una idea? A correr..
De hecho, en muchas ocasiones se lo he comentado a mi
mujer.. Las mejores ideas las he tenido corriendo.
Un corredor llamado Monte Davis lo expresó de una manera
clara: "Es difícil correr y sentir lástima por uno al mismo
tiempo"
Cerca de tres décadas de investigación en neurociencias han
identificado una relación robusta entre el ejercicio aeróbico y la claridad
cognitiva posterior. Se ha observado un aumento de flujo sanguíneo en la
corteza prefrontal después de estar unos 30 a 40 minutos corriendo. Esta zona,
que se ha relacionado con la red regulativa frontal y la modulación emocional, puede
ayudar a explicar los resultados de un estudio reciente llevado a cabo por una
psicóloga y corredora, Emily Bernstein tenía curiosidad acerca de un patrón que
vio en su propia mente después de una carrera. "Me he dado cuenta de que me
siento mejor cuando estoy activa"
Para averiguar las razones, se hizo una versión de un
experimento clásico entre los investigadores que estudian la emoción. Junto a
Richard J. McNally, profesor de psicología en la Universidad de Harvard, les
ponían a los sujetos investigados un drama de película. Antes de ver el clip de
película, algunos de los 80 participantes fueron obligados a correr durante 30
minutos; otros sólo andaban durante ese tiempo. Después, se les pasó encuestas
para indicar el efecto de la trama de la película. Bernstein les mantuvo
ocupados durante unos 15 minutos después de eso, y los examinó de nuevo sobre
cómo se sentían. Curiosamente, los que habían estado corriendo los 30 minutos,
se recuperaron mucho antes del impacto de las imágenes.
La carrera puede ser una forma de meditación, no lo digo solo
por estas cuestiones neurocientíficas –que también-, sino por propia
experimentación. Cuando se llevan años corriendo percibes que los pensamientos
se vuelven fluidos y eres más creativo mientras corres. No salgo a correr y ya
está, todo es un ritual, como en las artes marciales. Me pongo la ropa y las
zapatillas, estiro muy suavemente los gemelos, bajo las escaleras de casa
marcando los escalones, llego a la calle, doy unos pasos lentos, al tiempo que
voy lanzando un pensamiento positivo. No me dejo influir por el tiempo, ni el
cansancio inicial, ni la gente; es mi cuerpo el que toma el mando y mi
consciencia simplemente lanza la idea, el resto del tiempo de la carrera me
dedico a crear un mundo propio acerca de la idea inicial.
Durante cientos de miles de años se han creado mutaciones
genéticas para adaptarnos al desafío creado por nuestro salto evolutivo de
animales vegetarianos (primates arborícolas), a depredadores. La carrera lenta
ha sido el sistema empleado para rastrear, seguir y dar caza a nuestras presas.
Durante cientos de miles de años se han reproducido los más capaces en llevar
a cabo esta función, de ese modo hemos desarrollado una fantástica capacidad
termorreguladora y una extraordinaria adaptación al terreno (por ejemplo,
adaptando nuestros pies al trote por terrenos irregulares y pedregosos). En
este tiempo hemos vivido en la constante contradicción de cazar y evitar ser
cazado, por eso hemos desarrollado una percepción del tiempo y del espacio que
nos hace estar alertas al mundo exterior. Corremos pero nuestros automatismos
están alerta, al tiempo que nuestra mente se concentra en el flujo incesante de
ideas. Dejar la mente fluir, pero sin que ella tome el mando. ¡Ese es el gran
desafío!
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