Información, Internet, Redes Sociales.....
El siglo pasado fue el de la información. Nunca en la
historia de la humanidad, las clases populares habían tenido la oportunidad de
acceder a la información, reservada, tiempos atrás, a grupos ocultistas
(masones etc) o dedicados a la lectura en Monasterios. Por fin, la cultura era
accesible y las universidades abrían sus puertas a las clases medias y bajas. Internet
y las redes sociales, han multiplicado ese efecto y han puesto millones de
textos y estudios a disposición de cualquiera que tenga un medio para acceder a
la red.
De esta forma, la información circula de forma continua y sin
posible censura. Sin embargo, ahora surgen nuevas fuentes de equívoco y
confusión. Por un lado, la circulación, sin filtro, de información falsa,
manipulada y malintencionada, generalmente en beneficio de grandes empresas
interesadas en mantener beneficios, aún a costa de la salud de los consumidores.
Por otro lado, el purismo y la obcecación en lo estrictamente probado, algo que
es muy importante en el ambiente académico pero muy poco práctico en la solución
inmediata a problemas relacionados con la salud.
Voy a referirme, ahora, a este segundo efecto secundario de
la información masiva a la que nos enfrentamos.
La astrología perdió todo argumento práctico en el momento en
que la astronomía tuvo la ayuda de las matemáticas y la observación
experimental. La medicina, sin embargo, carece aún de esa explicación
científica matemática a los procesos biológicos, de forma que solo la
aplicación del método científico (experimentos), nos ha llevado al punto actual
de conocimiento. El médico está obligado a aplicar el conocimiento científico,
manifestado por los consensos, guías terapéuticas, publicaciones en revistas de
gran impacto etc. No obstante, la práctica médica diaria nos enseña que a la
hora de tratar al enfermo, en muchas ocasiones tienes que utilizar medios que
no están contrastados al 100%. Al fin y al cabo, seguimos siendo brujos con
bata blanca.
Internet se llena, ahora, de centenares de bienintencionados
colegas que nos machacan con los metaanálisis, los Cochrane y todo tipo de
rigor científico. El profano que entra al trapo, observa atónito, publicaciones
institucionales a favor de la vacuna antigripal, por ejemplo, al tiempo que
médicos de prestigio nos informan de la falta de rigor científico de tal
práctica. Ese debate, que sería enormemente enriquecedor en el medio académico,
se convierte en frustrante e inútil en el medio informativo general al que
acuden pacientes curiosos. ¿A quién hacer caso?
En el ámbito de la nutrición aplicada al deporte, ocurre otro
tanto, de forma que asistes a debates sobre la valoración de una dieta o
suplemento, basados en publicaciones, conferencias o simples valoraciones de
supuestos expertos. En este sentido, me imagino el efecto que habrá provocado
el titular: “Exactamente lo contrario a la ‘paleodieta’ es lo mejor para vivir
más años” publicado en “El País” el 30 de noviembre pasado (http://elpais.com/elpais/2016/11/25/buenavida/1480073468_299148.html).
La lectura del artículo, empezando por su titular, es un
ejemplo de lo que puede ocurrir cuando una serie de informaciones (en este
caso, mezcla de artículos, opiniones de investigadores etc), se leen por una
persona no especialista.
Si mis lectores se
toman la molestia y lo leen, comprenderán a qué me refiero.
Un visionado rápido por un lector no especializado, sacará la
conclusión –basada en artículos de investigación, opiniones de catedráticos e
investigadores- de que la llamada paleodieta no es saludable.
Ahora, sin entrar en muchos tecnicismos, les animo a una
segunda lectura con unas premisas previas
1.- ¿A qué se le llama exactamente paleodieta? La definición
es importante, porque si se refiere a lo que comíamos hace decenas de miles de
años, es absolutamente inabordable para el hombre actual y, en cualquier caso,
no era una dieta única ni muy alta en proteínas y baja en carbohidratos, como
se dice en el artículo. El debate serio sobre la dieta paleo o ancestral, no es
si comer cereales o no, o si tomar almendras es paleo, sino en entender que hay
alimentos introducidos en tiempos recientes (en términos evolutivos) que pueden
no ser tolerados por todos (lácteos, cereales etc), al tiempo que, es importante
darle su valor real a verduras y pescados –entre otros alimentos- como fuente
de fibra y ácidos grasos n3, mientras que debemos ser precavidos con alimentos
procesados, grasas trans, azúcares etc
2.- Un artículo como el comentado, efectuado en ratones, es
muy importante como investigación preliminar, pero tal como dice el Prof
Villarroya, hay que probarlo en humanos y en cualquier caso, hay que valorarlo
con precaución…. Esa frase es trascendental en el contexto y hay que darle
máxima relevancia.
3.- La referencia al artículo publicado en la revista de
Formación Médica Continuada en Atención primaria, estudia dietas hiperproteicas
y pobres en carbohidratos para reducir peso (particularmente tipo Dukan y
Pronokal), que están basadas en aportes
de proteínas naturales o preparados comerciales, y lo que dice es que no están
exentas de efectos secundarios y contraindicaciones que es preciso conocer. No
hay referencias a dietas ancestrales ni nada parecido.
4.- Cuestiones como que el hígado o los riñones trabajan más
con esa dieta, carece de rigor. ¿Qué significa que trabaja más? Habría que
especificar la persona que sigue la dieta, el nivel de desequilibrio de dicha
dieta, el tiempo seguido, los posibles medicamentos tomados, etc etc etc
La insistencia en encontrar “armas para la obesidad” en
hormonas, señalizadores celulares, alimentos, dietas etc, es insistente en los
medios y se utiliza a los investigadores como medio para atraer lectores
interesados en cómo poder perder peso y qué tan cerca se está del remedio
último y eficaz. Pues no es así, no hay forma de combatir el exceso de peso
provocado por el sedentarismo, la dieta inadecuada e hipercalórica y la presencia
de azúcares, alimentos procesados, grasas trans etc etc que es lo que realmente
hay que controlar.
Leamos, estudiemos, sigamos los debates, pero seamos críticos
y busquemos la relevancia científica o curricular de la firma al pie del escrito.
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