El cortisol y el estrés
Hace unos días hice el siguiente comentario en facebook:
"En la depresión se presenta alterado el mecanismo de
regulación del cortisol, y, según descubrieron Elizabeth Gould y Bruce McEwen,
de la Universidad Rockefeller de Nueva York, la corticosterona, inhibe la
neurogénesis adulta. En 1997, ambos
y Eberhard Fuchs,
del Centro de Primates de
Gotinga, mostraron que el estrés frenaba la neoformación de células nerviosas
en mamíferos (Tomado de Gerd Kempermann)"
Pues bien, a raíz de este comentario, me han preguntado si el estrés es
tan malo y si el cortisol está elevado en el estrés y qué tiene esto que ver con el deporte
Vamos a responder con brevedad a los que me han escrito
En primer lugar, hay que decir que el estrés, en términos
evolutivos, fue imprescindible para asegurar nuestra supervivencia como
especie. El estrés puede ser definido como una amenaza real o supuesta a la
integridad de una persona, lo que (por la referida adaptación evolutiva),
conduce a una respuesta fisiológica y/o conductual. En medicina, el estrés es
referido como una situación en la cual los niveles de glucocorticoides y
catecolaminas en circulación se elevan.
Cuando era estudiante de medicina, recuerdo que me resultó
curioso que un profesor de cirugía comentara en clase que a los pacientes a los
que se sometía a cirugía había que retirarles previamente la medicación con
corticoides ya que si tenían suprimida la producción propia, no soportaban el
estrés de la intervención quirúrgica. Es decir, el estrés no es algo inútil que
en su momento nos servía para defendernos de otros animales o para cazar, sino
que lo necesitamos, en la actualidad, para nuestra vida diaria.
Pensemos en cómo se enfrentaba ese estrés en la caza en
épocas prehistóricas. El homínido, salía a cazar, segregaba cortisol y
catecolaminas y se preparaba para correr o luchar. Una vez finalizado el
esfuerzo de la caza, se descansaba plácidamente alrededor del fuego tribal.
Ahora fijémonos en los momentos en que se produce esa
reacción de alarma. Salimos de la cochera, llegamos a una plaza y se nos
atraviesa un conductor imprudente. La respuesta es inmediata, alarma…
insultos…. , producción de cortisol y catecolaminas (notamos, por ejemplo, la
taquicardia..). Pero ocurre una cosa…, estamos sentados; no hay actividad
física. La respuesta hormonal a la agresión (así lo entiende nuestro
organismo), es decir, la taquicardia, la hiperglucemia para llevar energía a
los músculos, la modificación de la respiración… Todo ello, que nos ha
preparado para la huida, se resuelve pisando una palanca de aceleración en el
coche.
El deportista es el actual cazador y, en este sentido, el
más cercano a nuestra fisiología normal. De hecho, durante el ejercicio físico
intenso se produce esa respuesta hormonal, cortisol y catecolaminas. Acaba el
esfuerzo y se descansa plácidamente. Esa es la situación fisiológica deseable.
¿Cuándo se va a alterar esa respuesta? Pues en dos circunstancias:
1)
Cuando el ejercicio físico es muy intenso para
nuestro nivel de adaptación
2)
Cuando el entrenamiento no se sigue de la
adaptación requerida (sobreentrenamiento)
Lo que sucede cuando se está de caza es que uno se expone a
situaciones de vida o muerte. En estas circunstancias, el organismo lo aplaza
todo, la digestión, la reproducción, la formación de anticuerpos del sistema
inmune et. El consumo de alimentos se suprime, y se utilizan las reservas
energéticas del cuerpo. Luego se revierte el proceso: se almacenan los
nutrientes circulantes y se busca reponer los consumidos, aumentando el apetito.
Así pues, se está de caza (estresado), un cierto tiempo, se
libera cortisol y catecolaminas y se tiene una total reducción de
funcionamientos no imprescindibles. En este contexto, si se mantiene el estrés
de forma continuada (en el transcurso de ida a la oficina, en el trabajo, en
casa…), el resultado es una reducción crónica de situaciones prescindibles por
cortos períodos, pero necesarias a largo plazo (por ejemplo la inmunidad). En
este sentido, algo de lo que ocurre en situaciones de estrés y que tiene que
ver con algunas apetencias que se sienten y se achacan a otras cuestiones,
puede que se deban al cortisol, ya que se ha demostrado que en situaciones de
estrés, el apetito por las comidas dulces y grasas aumenta, probablemente
debido a su alto carácter gratificante. También hay que saber, que tomar demasiada
proteína y muy poca grasa y carbohidratos puede elevar crónicamente la
producción de glucocorticoides, ya que hay que mantener la producción de
glucosa a partir de aminoácidos en el hígado, es decir, la gluconeogénesis,
trabajando (y esa es una de las funciones del cortisol). La principal razón por
la cual la mayoría de nosotros presenta hiperfagia ante el estrés es debido a
que la exposición a estresores psicológicos es intermitente a lo largo de
nuestro día. Esto genera picos cortos de CRH seguidos de largos minutos de
accionar de glucocorticoides, lo que nos hace comer. Si el estresor fuese
continuo (nivel de CRH mantenido en el tiempo) el resultado sería el opuesto.
Asimismo durante la exposición a un estresor la activación
del sistema simpático hace que sea difícil de conciliar el sueño, generando
patrones de sueño fragmentado. No sólo se afecta la cantidad de sueño sino
también la calidad, predominando el sueño ligero
Durante un pico de estrés el sistema nervioso simpático
activa el hipotálamo, facilitando la consolidación de la memoria, pero si es
estrés continúa, actúa inhibiendo la neurogénesis y la consolidación de la
memoria (mal asunto para asegurarnos una vejez activa)
Tenemos claro, por tanto, lo que hay que hacer. Realizar
ejercicio físico no extenuante, a nuestro nivel de adaptación y aprender a
soportar las situaciones conflictivas continuadas.
En este sentido, los experimentos con animales nos han
demostrado que el apoyo social genera una respuesta más leve al estrés. La
predicción, es decir, saber aprender a ver venir la situación estresante, es
favorable, pero siempre que después se siga de un período de relajación que
permita desactivar la alerta.
Por estas razones, existen factores que agravan la respuesta
al estrés. La pérdida de control o predicción, la imposibilidad de descargar la
frustración, la falta de red de contención social o la sensación de que las
cosas están empeorando aumentan la respuesta de estrés.
Debemos evitar la
sensación de que pasan cosas malas, que están fuera de nuestro control y que
resultan impredecibles.
Finalmente, algunas cosas ayudan, por ejemplo, el
mindfulness, la terapia musical, el masaje, las relaciones sexuales
satisfactorias, la risoterapia, una dieta adecuada exenta de carbohidratos
simples y rica en ácidos grasos omega3, suplementos de magnesio y antioxidantes
como el té verde (EGCG), que inhibe la actividad de 11β-hidroxiesteroide
deshidrogenasa de tipo 1 que convierte la cortisona a cortisol y, finalmente,
la betaína con algunos estudios sobre un posible efecto anti-cortisol en
individuos entrenados.
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