El origen de la llamada "ventana abierta" a las infecciones respiratorias en deportistas
No es muy conocido entre los deportistas que la inmunidad se gesta en nuestro sistema digestivo. El tracto
gastrointestinal humano (TGI) es un ecosistema complejo colonizado por
centenares de especies microbianas diversas y la llamada “flora microbiana
normal o microbiota” es un delicado equilibrio entre especies que puede variar
incluso entre diferentes personas debido a sus características personales y
alimentación.
Unas
especies viven de los productos generados por otras lo que las hace
interdependientes entre ellas y el propio organismo huésped. Las bacterias de
la flora intestinal (más del 95% vive en la luz del colon) están adaptadas a su
hábitat porque están unidas a la evolución humana. Esta individualización
comienza en las primeras etapas de la vida y ejerce una gran influencia sobre
muchas características bioquímicas, fisiológicas e inmunológicas del huésped en
el que residen. Poco a poco vamos conociendo detalles de esta microflora
comprendiendo procesos como adherencia intestinal, colonización, traslocación (paso de las bacterias y sus productos a
través de la mucosa gastrointestinal) e inmunomodulación, mecanismos
íntimamente ligados a la salud inmunitaria de su huésped.
Sabemos
que existe una cantidad importante de bacterias formando la microbiota (1014)
de las cuales más del 80% no han llegado a cultivarse en laboratorio. Conocemos por encima de 800 filotipos (caracterización filogenética
de un organismo) bacterianos diferentes en el ser humano (entre 130 y 200
filotipos diferentes en un mismo individuo), por lo que podemos decir que la
microbiota es tan personal como la huella digital y permanece estable
hasta el fallecimiento del huésped. Finalmente, es muy importante tener en
cuenta que interaccionan activamente con el huésped.
a. Diferencias
entre el hombre actual y los homínidos que han conformado nuestro organismo
Tenemos
que tener en cuenta que la dieta actual dista mucho de parecerse a la de
nuestros antepasados mientras que, por el contrario, nuestro organismo apenas
ha cambiado desde el paleolítico medio, hace más de 40.000 años. “El hombre
actual pertenece socialmente al siglo XXI, pero genéticamente sigue en el
paleolítico”.
Nuestro
genoma no ha variado en los últimos 10.000 años, de hecho, más del 95% de
nuestra biología está concebida para la función que desempeñábamos como
cazadores recolectores. Numerosos alelos se han desarrollado en el ser humano
para la supervivencia en la era paleolítica, es decir, para sobrevivir en
condiciones de actividad y ciclos de comida y hambre, comían la comida cruda y
a menudo fermentada e ingerían 5-10 veces más fibra de lo que nosotros hacemos.
La tierra era su comedor, de modo que la comida estaba comúnmente contaminada
con ingredientes microbianos. De pronto
(en un instante en términos evolutivos), hemos pasado a tomar los alimentos
procesados, esterilizados y en ambientes limpios. La seguridad alimentaria es
un logro importantísimo en la sociedad occidental, pero tiene un efecto
indeseable que es la falta de aporte microbiológico de bacterias favorables.
b. Interacción
microbiota-intestino-organismo en general
La
interacción de la microflora con el intestino tiene un impacto considerable
tanto en los sistemas del huésped como en otras poblaciones bacterianas, tal
como se ha podido comprobar mediante la experimentación con animales a los que
se les eliminaban los gérmenes y en los que se producían graves complicaciones
de salud (concepto MAC/GAC [Microflora-associated
characteristics/germ-free animals characteristics])
La mayoría de la microflora no
se adhiere directamente a la pared, sino que vive en biofilms asociada a partículas de comida, a moco o a células
exfoliadas. El moco lubrica y protege al epitelio intestinal de las bacterias y
de la acción de la digestión. Está compuesto de mucinas capaces de atrapar a
las bacterias de forma selectiva o indiscriminada. Los polímeros de mucina que
constituyen el moco contienen glucoproteínas, cuya parte hidrocarbonada está
formada por restos de diferentes azúcares: fucosa, galactosa,
N-acetilglucosamina, N-acetilgalactosamina y ácido siálico. Esta porción de
hidratos de carbono sirve como nutriente para la microflora, pero también como
receptor para toxinas microbianas y como proteína de superficie. Hay un control
genético individual de este repertorio de hidratos de carbono y es uno de los
modos por los que los genes del huésped pueden utilizar la conducta de los
microbios intestinales.
A diferencia de otras mucosas,
el sistema inmunológico intestinal tiene que distinguir no sólo entre lo propio
y lo no propio, sino también entre antígenos extraños peligrosos y antígenos
alimentarios y responder en consecuencia. Se desconoce con exactitud cómo se
desarrolla este mecanismo, pero sabemos que involucra la selección cuidadosa de
poblaciones linfocitarias apropiadas y la expresión de citoquinas. Hay que
considerar además el papel relevante que desempeña la IgA secretora en la exclusión
de antígenos de la luz intestinal. Estas características indican que el
desarrollo y la expresión del sistema inmunológico intestinal difieren en gran
medida de la inmunidad sistémica
Junto con una respuesta celular,
la función inmunitaria en el intestino tiene un papel protector previniendo las
respuestas inmunitarias a las proteínas de la dieta y evitando
sensibilizaciones, mientras que por otro parte induce respuestas inmunitarias
específicas mediante la IgA secretora, excretada a la luz y con un papel
relevante en la protección frente a la colonización por patógenos.
La microbiota y el intestino se
comunican por un lado mediante la activación y el estímulo de las células B y T
y por otro mediante la acción sobre receptores específicos de membrana en el enterocito con una misión
inmunomoduladora. El sistema inmunitario de individuos sanos está muy
activado en respuesta a los antígenos alimentarios, a los patógenos y a la
flora normal. Esto resulta en unos linfocitos de las placas de Peyer muy
activados, una abundancia de células T CD8+ en el epitelio y de T CD4+ y
células plasmáticas IgA en la lámina propia. Los datos procedentes de estudios
en animales dejan claro que es la flora normal la que desencadena esta
respuesta, y no los patógenos o los antígenos alimentarios
Nuestra mejor arma para mejorar
la inmunidad viene, por tanto, de la mano de un ejercicio moderado y de una
dieta que incluya los nutrientes que necesitamos. Cuando se desequilibra la
balanza, aparecen las infecciones de repetición, los resfriados frecuentes, las
viriasis y las micosis. En su aparición estarán presentes una o varias de las
circunstancias que se mencionan en el gráfico siguiente
Existen productos naturales que
ayudan a mantener una flora microbiana normal, son los llamados pre y prebióticos.
Ya hemos hablado en una entrada anterior de fibras y yogures, ahora voy a
comentar un producto de interés que tenemos en la tienda “on line”, se trata de
un jugo obtenido de la fermentación natural de coles y remolacha roja, enriquecido con microorganismos activos que forman parte de la
flora fisiológica intestinal: Lactobacillus Acidophilus, Lactobacillus
Plantarum, Lactobacillus Casei, Bifidobacterium Bifidum, Streptococcus Lacti y
Streptococcus Thermophilus.
Con un 9% de ácido láctico se
crear el medio adecuado para que las bacterias de tipo fermentativo
(fundamentalmente lactobacillus y bifidobacterium), aceleren su velocidad de
crecimiento garantizando un equilibrio de la flora intestinal
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