Nace una nueva dieta, la Atlántica.
La Universidad de Santiago de Compostela (USC), a través de
su Fundación Dieta Atlántica, ha comenzado una campaña publicitaria para poner
de moda este concepto frente al de dieta mediterránea.
Antes de ponerme a criticar, he de decir que no estoy en
contra de esas iniciativas, tan solo pretendo exponer el punto débil de ambas y,
sobre todo, evidenciar la fuerte connotación publicitaria y manipuladora de
ambas nociones.
Se define la dieta atlántica por las siguientes características
- Abundancia de alimentos de temporada, locales, frescos y mínimamente procesados.
- Abundancia de alimentos procedentes de vegetales: verduras y hortalizas, frutas, cereales, pan y granos, patatas, castañas, nueces y legumbres.
- Abundante consumo de pescados, mariscos, moluscos y crustáceos frescos, congelados o en conserva.
- Consumo de lácteos, en especial quesos.
- Consumo de carne de cerdo, vacuno y caza.
- Consumo de vino, normalmente con las comidas y en cantidades moderadas.
- Uso de aceite de oliva para aliño y cocinado.
- Preparación culinaria preferente: cocción, hierro, horno y guisado más que fritura.
Dentro
de poco tiempo tendremos un país de obesos que se disputan la comida atlántica
o la mediterránea (eso suponiendo que dejen de recortarnos los alemanes y no
tengamos que pasar hambre, hambre de verdad, el de las guerras…).
Frente
a este concepto de dieta “saludable”, yo propongo este otro concepto de “vida
saludable”.
Las
características serían
1.
Cambiar el diseño de ciudades y generar espacios que favorezcan andar o ir en
bicicleta al lugar de trabajo. Hacer una campaña que identifique el uso del
ascensor con la invalidez o dependencia (solo usa el ascensor el que no puede
subir escaleras).
2.
Promover la actividad física y promocionar campañas de deporte recreativo en
las empresas. Dedicar los medios públicos al deporte no competitivo y dejar el
competitivo en manos privadas (Direcciones Generales de Deportes con todos sus
funcionarios dedicados a promover deporte recreativo).
3.
Subir impuestos “fuertemente” a sectores alimenticios insanos como el sector
del azúcar (cambiar cultivos y trasformar usos), el de las bebidas con
fructosa, pastelerías, confiterías etc etc. El argumento es que con esos
impuestos se pague el costo sanitario de la obesidad y la diabetes II, entre
otras. Obligar por Ley a disminuir el contenido en sodio de alimentos de uso
frecuente y masivo como pan etc. Promocionar los cereales integrales y poner
tasas a los refinados.
Son
las que se me ocurren a bote pronto, pero seguro que podría elaborar una lista
más amplia (os animo a vosotros a que me ayudéis poniendo vuestras ideas).
Yo
me sumaría a proyectos conjuntos que nos unieran a todos para luchar por la
prevención como manera de evitar el gasto sanitario, por la disciplina y el pensamiento
positivo como medida para enfrentarnos a la crisis capitalista, por la meditación
para mejorar nuestra autoestima y altruismo, en definitiva, yo me uniría a los
tres cazadores que son capaces de intimidar a una manada de leones comiendo.
Pongo a continuación una entrada que hice para un blog
personal que tengo en la red y en el que explico el origen de la llamada dieta
mediterránea.
Artículo
Acababa de finalizar la segunda Guerra mundial cuando los
soldados norteamericanos vivieron un nuevo conflicto bélico, la guerra de
Corea. Hay que situarse en aquellos momentos de la postguerra mundial;
¡hambre!, sobre todo, ¡hambre!
En ese momento los jóvenes norteamericanos eran los que mejor comían, no pasaban penalidades y, consecuentemente debían estar sanos. Sin embargo, las autopsias que se hicieron a aquellos jóvenes soldados sorprendieron a los médicos norteamericanos; sus arterias estaban amarillas, inelásticas y más apropiadas de ancianos que de jóvenes saludables. ¿Qué estaba pasando con la juventud de USA?
Un fisiólogo estadounidense, Ancel Keys revisó unos escritos realizados gracias a una beca de la Fundación Rockfeller por otro investigador, Leland Allbaugh a finales de 1948. En estos documentos se revisaba una dieta estudiada en la isla de Creta comparándola con la de Grecia y USA. Lo que chocó a Keys es el hecho de que hubiera grandes diferencias dietéticas con la de los jóvenes norteamericanos y que los que estuvieran más sanos fueran los cretenses. En años posteriores, desarrolló una teoría llamada “mediterranean way”, manera mediterránea que posteriormente pasó a llamarse coloquialmente “dieta mediterránea”.
Conceptos a tener en cuenta
1) Esta dieta se estudió, inicialmente, en una isla con un estilo de vida muy activo físicamente (por la escasa mecanización del agro) y frugal (la comida estaba bastante racionada), con una ingestión predominante de productos vegetales y reducida en productos de origen animal.
2) La comparación se estableció con una dieta rica en hidratos de carbono simples (las famosas tartas de arándanos de las películas americanas), en una población sedentaria (USA) gracias a la mecanización del campo, la utilización de gruas y sistemas mecánicos sustituyendo el trabajo de descarga en puertos y construcción y el establecimiento de una cultura ciudadana de oficinas.
3) Lo que se llamó vía mediterránea era todo un estilo de vida, no solo una dieta.
Y llegó la manipulación dando entrada a la dieta mediterránea en la cual cada industria encontró una justificación para incluir su producto (el vino, el aceite de oliva etc etc). Posteriormente la gran presión de la industria ha dado lugar a decenas de investigaciones sobre las ventajas de cada uno de los supuestos ingredientes de esa “dieta mediterránea”. Llega uno a tener la impresión de que sin tomar vino, legumbres, aceite de oliva y demás, no puede estar sano.
Establezcamos una pequeña comparación entre un cazador recolector de hace cuarenta mil años y un habitante de Creta de los años 50. Ambos tenían un gran gasto calórico, una ingesta frugal basada en pescado (fuente de ácido docosahexaenoico), legumbres, verduras silvestres y pan moreno (alimentos ricos en fibra), uvas (ricas en antioxidantes), huevos y frutos secos, caracoles y moluscos. En definitiva, los cretenses en los años 50 eran bastante parecidos a cazadores y recolectores (nuestro auténtico origen metabólico). Pero para eso no hacía falta irse a Creta, los inuit, los bosquimanos, los pigmeos etc etc, es decir, los actuales cazadores y recolectores no conocen la cardiopatía isquémica, ni la diabetes del adulto, ni la hipertensión etc etc
¡Vaya! Quizás lo que habría que recomendar a la hora de tomar una dieta mediterránea en un restaurante, es ir corriendo hasta la mesa (con al menos una hora o más de actividad física), tomar caracoles, pescado salvaje, verduras y uva. Todo ello muy frugalmente (nada de dos platos colmados, postre azucarado, café y un puro regado, todo ello con un buen vino). Con esa recomendación se le acabaría el reclamo a toda una industria irreflexiva y manipuladora.
En ese momento los jóvenes norteamericanos eran los que mejor comían, no pasaban penalidades y, consecuentemente debían estar sanos. Sin embargo, las autopsias que se hicieron a aquellos jóvenes soldados sorprendieron a los médicos norteamericanos; sus arterias estaban amarillas, inelásticas y más apropiadas de ancianos que de jóvenes saludables. ¿Qué estaba pasando con la juventud de USA?
Un fisiólogo estadounidense, Ancel Keys revisó unos escritos realizados gracias a una beca de la Fundación Rockfeller por otro investigador, Leland Allbaugh a finales de 1948. En estos documentos se revisaba una dieta estudiada en la isla de Creta comparándola con la de Grecia y USA. Lo que chocó a Keys es el hecho de que hubiera grandes diferencias dietéticas con la de los jóvenes norteamericanos y que los que estuvieran más sanos fueran los cretenses. En años posteriores, desarrolló una teoría llamada “mediterranean way”, manera mediterránea que posteriormente pasó a llamarse coloquialmente “dieta mediterránea”.
Conceptos a tener en cuenta
1) Esta dieta se estudió, inicialmente, en una isla con un estilo de vida muy activo físicamente (por la escasa mecanización del agro) y frugal (la comida estaba bastante racionada), con una ingestión predominante de productos vegetales y reducida en productos de origen animal.
2) La comparación se estableció con una dieta rica en hidratos de carbono simples (las famosas tartas de arándanos de las películas americanas), en una población sedentaria (USA) gracias a la mecanización del campo, la utilización de gruas y sistemas mecánicos sustituyendo el trabajo de descarga en puertos y construcción y el establecimiento de una cultura ciudadana de oficinas.
3) Lo que se llamó vía mediterránea era todo un estilo de vida, no solo una dieta.
Y llegó la manipulación dando entrada a la dieta mediterránea en la cual cada industria encontró una justificación para incluir su producto (el vino, el aceite de oliva etc etc). Posteriormente la gran presión de la industria ha dado lugar a decenas de investigaciones sobre las ventajas de cada uno de los supuestos ingredientes de esa “dieta mediterránea”. Llega uno a tener la impresión de que sin tomar vino, legumbres, aceite de oliva y demás, no puede estar sano.
Establezcamos una pequeña comparación entre un cazador recolector de hace cuarenta mil años y un habitante de Creta de los años 50. Ambos tenían un gran gasto calórico, una ingesta frugal basada en pescado (fuente de ácido docosahexaenoico), legumbres, verduras silvestres y pan moreno (alimentos ricos en fibra), uvas (ricas en antioxidantes), huevos y frutos secos, caracoles y moluscos. En definitiva, los cretenses en los años 50 eran bastante parecidos a cazadores y recolectores (nuestro auténtico origen metabólico). Pero para eso no hacía falta irse a Creta, los inuit, los bosquimanos, los pigmeos etc etc, es decir, los actuales cazadores y recolectores no conocen la cardiopatía isquémica, ni la diabetes del adulto, ni la hipertensión etc etc
¡Vaya! Quizás lo que habría que recomendar a la hora de tomar una dieta mediterránea en un restaurante, es ir corriendo hasta la mesa (con al menos una hora o más de actividad física), tomar caracoles, pescado salvaje, verduras y uva. Todo ello muy frugalmente (nada de dos platos colmados, postre azucarado, café y un puro regado, todo ello con un buen vino). Con esa recomendación se le acabaría el reclamo a toda una industria irreflexiva y manipuladora.
Comentarios
Bueno, sin duda uno de los aspectos claves (por no decir el principal) para el cambio, además de impuestos y leyes, supondría un cambio radical en la educación. Una educación integral de los jóvenes y una re-educación de los "adultos". Creo que una subida de impuestos para la industria alimenticia solo conseguiría más dinero para los dirigentes ladrones y una nueva forma de evadir dichos impuestos.
Si no se consumen esos productos, dejarán de producirlos. Si se enseña a volver al origen y a consumir comida de verdad, se producirá y venderá comida de verdad.
Un exalumno suyo (indignado)
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