Y se acerca el invierno...
El otoño está en pleno apogeo y
se acerca el invierno, lo que significa para nuestra sociedad actual,
protección en casa, en las oficinas, e incluso en la práctica deportiva.
Trabajo y actividad física en medios cerrados (oficinas, gimnasios etc), lo que
para una inmensa mayoría, se traduce en una mínima exposición al sol, siendo la vitamina D la gran perjudicada, al necesitar la presencia de fotones de luz solar en la piel
para transformarse en su forma activa.
Entonces, si disminuye nuestra exposición al
sol, qué nos ocurre ¿una leve y transitoria hipovitaminosis?
El problema es que, aunque se le
sigue llamando vitamina D (por no confundirnos todos), en realidad ahora
sabemos que es mucho más que una vitamina, en realidad es una auténtica hormona
con muchas y muy importantes funciones. ¿Cómo es posible una hipovitaminosis en
la sociedad actual, tan saciada y tan alimentada?
Pues este descubrimiento se
realizó, hace unos años, por unos investigadores norteamericanos que compararon
la relación entre la 25-hidroxivitamina D3 y la 1,25-dihidroxivitamina D3, en
ciudadanos afroamericanos actuales con la de nuestros antepasados cazadores y
recolectores, observando que en nuestros ancestros dominaba la forma 25
hidroxi, mientras que en los afroamericanos actuales domina la 1,25 dihidroxi.
Recordemos la publicación en este mismo blog (http://dieta-paleolitica.blogspot.com.es/2011/12/vitamina-d-deporte-e-inmunidad.html)
en la que explicaba que la 1,25 dihidroxi, es la forma activa, que actúa como
una hormona y que provoca alteraciones en la secreción de paratohormona y en el
metabolismo del calcio. Esto explicaría una mayor propensión a la obesidad y a
la hipertensión en estos ciudadanos afroamericanos ya que nuestra alimentación
nos proporciona poco calcio absorbible (antes comíamos insectos (cutículas y
calcio), roíamos hueso (calcio), espinas de pescado (calcio), hortalizas y
plantas ricas en calcio.
La secuencia sería: Hacemos poco
ejercicio físico, ingerimos poco calcio, tenemos mucha forma activa de la
vitamina D y…. finalmente, osteoporosis, fracturas y pésima calidad de vida.
Los deportistas hacen actividad física, por tanto, ¿podríamos
excluirlos de este pésimo futuro?
Pues desafortunadamente, la respuesta es que no.
Hace unos años, un estudio publicado por un grupo de
investigadores de la Universidad de Zaragoza, señaló que alrededor de un 40 por
ciento de los ciclistas profesionales adultos presentaban osteopenia a medida
que envejecen, provocando fragilidad en los huesos y reduciendo su densidad
mineral a -1 sobre el -2,5 que implica la osteoporosis. Si añadimos el problema
derivado del déficit de vitamina D que hemos comentado anteriormente, tenemos
una población deportiva condenada a tener problemas óseos a pesar de haber
llevado una vida activa y sana.
Es lógico pensar que estamos antes otro problema más de
falta de adaptación a la situación ambiental del hombre moderno. Hemos pasado
cientos de miles de años expuestos a un medio ambiente extremo, soportando
fuertes insolaciones (contrariamente a la idea general, no vivíamos en cuevas,
nuestra vida transcurría la mayor parte del tiempo siguiendo las migraciones de
los grandes herbívoros). De repente, en apenas un hilo de tiempo, vivimos encerrados
¿Cómo no iba a pasarnos factura?
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