Las piezas van encajando...
Cuando se acumulan años, es
habitual asistir al derrumbamiento de dogmas y al cambio de paradigmas. En la
alimentación humana, estamos asistiendo a cambios sustanciales en los criterios
en los que se sustentaba la dieta equilibrada y, de hecho, hemos contribuido a
la divulgación de dichos cambios en la medida de nuestras modestas
posibilidades.
No voy a hablar de alimentación
en este artículo, sino que voy a aprovechar para dar una visión global acerca
de una de las facetas emergentes de la medicina preventiva que va a ser clave
en nuestro devenir. Se trata del ejercicio físico como terapia en muchas
enfermedades.
Partamos de la base conceptual de
que en nuestra evolución, ligada a una etapa como cazadores y recolectores
sometidos a una intensa actividad -se calcula que en torno a treinta o cuarenta
kilómetros diarios-, han primado los genes mejor adaptados a una vida de
intenso esfuerzo físico. Solo en épocas recientes (minúsculas en sentido
evolutivo), hemos pasado a una vida sedentaria en la que la mayor parte del día
la pasamos sentados. Es lógico suponer, por tanto, que la actividad física
puede tener un componente no solo preventivo en estas patologías, sino incluso
curativo, pasando a formar parte del conjunto de medidas terapéuticas que
pueden utilizarse para tratarlas.
Una de las más conocidas debido a
haber sido muy prevalente en el siglo pasado, es la rehabilitación en pacientes
que han sufrido un evento coronario. En pocos años se pasó, en el siglo XX, de
la frase “ha tenido un infarto de miocardio, ahora debe cuidarse especialmente
y no haga esfuerzos innecesario” a la rehabilitación activa hasta llevar al
paciente a una situación de plena normalidad. En esta segunda etapa se
recomendaba un ejercicio físico aerobio, por debajo de determinado umbral de
pulsaciones para conseguir un aumento de la funcionalidad cardíaca. Era la
época (en la que aún están anclados en muchos de los grandes servicios de
rehabilitación cardíaca) del ejercicio mantenido para mejorar el consumo pico
de oxígeno y el nivel de carga de trabajo.
Pues bien, en este momento ya
estamos asistiendo a decenas de estudios que demuestran el beneficio del
trabajo interválico con distintas intensidades, consiguiendo mejorar la
condición física y acortar el tiempo de recuperación.
Recuerdo, en este sentido, como
he visto pasar los entrenamientos exclusivamente basados en kilómetros y
kilómetros en corredores de fondo que jamás pisaban un gimnasio ni tocaban una
pesa, hasta la época actual en la que el entrenamiento de sobrecarga forma
parte importante de todo entrenamiento de un deportista de élite, pasando por
los entrenamientos de las series de ritmo resistencia etc. etc
Los médicos habituados a ver
deportistas de todos los niveles, estamos acostumbrados a la típica pregunta
planteada por el corredor o ciclista aficionado que viene a hacerse el test y
nos pregunta por qué no mejora a lo largo del año. Solo hay que mirar su
entrenamiento absolutamente desprovisto de rigor, totalmente plano, sin
mesociclos, es decir, basado exclusivamente en las sensaciones del propio
deportista.
Una y otra vez hemos explicado
que el entrenamiento válido es el que se ha establecido desde las bases
teóricas de los grandes maestros: Platonov, Bompa -a los que he conocido
personalmente- aplicada a los deportistas de élite que son los que han
demostrado, con sus triunfos, que la teoría era cierta. La teoría del entrenamiento
está ya firmemente asentada y establece los macro, meso y microciclos en base a
las características personales y al tipo de deporte practicado.
Pues bien, este es el momento en
el que los estudios publicados nos están demostrando lo que los médicos del
deporte habíamos estado observando al aplicar la actividad física como terapia.
Se consigue mejorar mucho más al paciente si se le aplica un sistema parecido a
un macrociclo, dividido en un mesociclo de preparación de base aerobia, seguido
de mesociclos de trabajo interválico sin miedo a subir la intensidad durante
breves momentos aplicando las pausas de recuperación adaptadas del deporte de
élite.
Ahora que los especialistas
sabemos cómo rehabilitar rápida e integralmente a un paciente que ha sufrido un
infarto de miocardio o que tiene una diabetes II etc etc, falta saber cuánto
tiempo tiene que pasar hasta que los inteligentes y cultísimos responsables de
los programas de sanidad, los lleven a cabo para el bien de los pacientes y de
los contribuyentes al tremendo gasto sanitario que supone el llegar tarde a
todo (como es habitual en nuestro entorno).
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