Hablemos de los antioxidantes de las plantas
Las plantas tienen mecanismos creados
por cientos de miles de años de evolución, para afrontar circunstancias
adversas como sequías, radiación solar intensa o la invasión de plagas. Uno de
esos mecanismos es la presencia de unos compuestos químicos caracterizados por la
presencia de más de un grupo fenol por molécula, llamados, por tanto, polifenoles.
La capacidad de los polifenoles para modular la actividad de diferentes enzimas,
y para interferir en procesos celulares se debe a las características fisicoquímicas
de estos compuestos, que les permiten participar en reacciones metabólicas de
óxido-reducción (propiedades antioxidantes).
Nosotros provenimos de un pasado arborícola
en el que nuestros alimentos eran, preferentemente, frutas, raíces y plantas
ricas en estos compuestos. Lógicamente, nuestro organismo aprovechaba esas
características físico químicas de estos compuestos obtenidos de las plantas,
para controlar los procesos internos de óxido reducción y evitar el efecto tóxico
de productos oxidantes descontrolados.
Una dieta en la que se combinan,
de manera equilibrada, frutas y verduras, debería suministrarnos estos compuestos
de forma natural, permitiéndonos luchar eficazmente contra procesos oxidativos
descontrolados. Ya sabe el lector que utilizo la terminología “descontrolados”
para evitar caer en la simplificación de considerar que la oxidación es “siempre”
un daño que hay que evitar, ya que es, precisamente, ese daño el que utilizamos
como mecanismo de defensa al ser nuestros macrófagos los que lo aprovechan para
romper la membrana de la célula patógena (por ejemplo).
Estos polifenoles están presentes
en el mundo vegetal en diversas formas, por ejemplo, el tomate, cebolla, ajos y
pimientos contienen quercetina y miricetina, el té y el vino tinto poseen catequinas
(epigalocatequina) y estilbenos (resveratrol). Frutas y verduras de color
rojizo y morada como la remolacha y berenjena poseen quercetina, kanferol y
hesperetina. Chocolate, cacao, yerba mate, cerveza, y aceite de oliva, también
nos ofrecen polifenoles antioxidantes de diferentes tipos, entre ellos,
taninos, galocatequinas y resveratrol.
Hasta aquí todo parece claro; las
plantas nos proveen de compuestos que ellas han desarrollado a lo largo de su
evolución para protegerse y nosotros hemos aprendido a utilizarlos en nuestro
beneficio. Por tanto, lo que hay que hacer es consumir frutas y verduras en el
contexto de una dieta equilibrada. Sin embargo las frutas y verduras que se
cultivan y consumen en las sociedades occidental en donde las condiciones
climáticas no son extremas y se controlan los agentes patógenos con el fin de
aumentar la producción, la cantidad esperada de polifenoles es baja o muy baja
(algunas excepciones son las cebollas, el ajo y las verduras crucíferas). Simplemente,
no parece factible poder comer suficientes frutas y verduras para ingerir una
cantidad efectiva de polifenoles, aun suponiendo que estos sean muy activos y
fácilmente biodisponibles
En este sentido, los estudios
actuales, se centran en conocer la forma de aprovechar mejor los polifenoles de
las plantas disponibles en nuestros comercios y, por otro lado, determinar los
efectos de cada uno de forma individual o sinérgica (que cada vez parece más acertada)
para elaborar suplementos que puedan tener efecto terapéutico.
Para cumplir este objetivo, tenemos
que saber que es la estructura química de los polifenoles, más que su concentración,
la que determina el rango de absorción y la naturaleza de los metabolitos
circulantes en el plasma, y que los polifenoles más comunes de nuestra dieta,
no son necesariamente los que producen una mayor concentración de metabolitos
activos en los tejidos diana.
Vamos a dedicar algunos artículos
a desgranar estos compuestos que inundan nuestros herbolarios con reclamos de
la eterna juventud.
El primero que vamos a tratar es
una infusión derivada de Aspalathus linearis, nativa de la costa oeste de la
República de Sudáfrica, el té rooibos. Se trata de un arbusto utilizado
popularmente en la preparación de un té suave que no contiene cafeína, muy
pocos taninos y grandes cantidades de polifenoles. Existen dos tipos de
rooibos, el natural y el fermentado. El color natural del rooibos es verde,
pero durante su fermentación, el color cambia de verde a rojo debido a la
oxidación de los polifenoles
Propiedades estudiadas mediante
el método científico:
Las características más
relevantes del rooibos radican en su actividad antioxidante y antimutagénica. Estudios
in vitro e in vivo demuestran que el rooibos posee una gran bioactividad.
Previene la oxidación lipídica y el estrés oxidativo, la inflamación, y
demuestra una gran capacidad hepatoprotectora. Los compuestos mayoritarios
identificados en esta planta son la orientina, la iso-orientina, la rutina y la
aspalatina. La aspalatina posee efectos hipoglicemiantes en un modelo de ratón diabético.
La rutina en cambio, posee efectos antihipertensivos y la orientina muestra
actividad cardioprotectora.
Propiedades de la medicina
tradicional (no validadas científicamente)
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Se emplea en el tratamiento de las alergias.
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Trastornos digestivos e intestinales
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Efectos sobre la dentadura: su contenido en calcio,
magnesio y sobre todo flúor hacen del rooibos una planta ideal para la
dentadura.
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Problemas de la piel
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Efecto mineralizante: aporta algunos minerales como
potasio, calcio, hierro, magnesio y zinc.
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Equilibrio del sistema nervioso.
También se emplea como bebida
deportiva por su efecto antioxidante junto a su aporte multimineral.
No posee cafeína, teofilina ni
alcaloides semejantes. Así pues pueden tomarla tanto niños como gente nerviosa
o con hipertensión.
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