La hormesis
La Hormesis es
el fenómeno de respuesta a una dosis de un compuesto, que se caracteriza por
una estimulación cuando la dosis es muy baja y una estimulación cuando es alta.
Un contaminante o toxina que produzcan el efecto de hormesis tiene, pues, a
bajas dosis el efecto contrario al que tiene en dosis más elevadas.
El principio
de funcionamiento de la hormesis no siempre está claro. A menudo se consideran
dos efectos completamente contrarios que funcionan en paralelo: un efecto
positivo que ya se presenta en dosis muy pequeñas, y un efecto negativo que
sólo aparece con las dosis más grandes; en el caso de dosis grandes, el efecto
positivo es eclipsado por el efecto negativo. Este fenómeno se ha estudiado
mucho en los años de la guerra fría ya que los efectos de las radiaciones
estaban en cabeza de la investigación clasificada, de muchos de los ejércitos
más poderosos del mundo.
Hay varias
teorías que intentan explicar este efecto, de las cuales las más importantes
son:
1.- Bajas
dosis de radiación producirían daños del DNA que obligarían a la célula a
repararlo produciendo unas proteínas de efecto reparador.
2.-
Eliminación de radicales libres. En 1987, Feinendengen y colaboradores
demostraron que bajas dosis de radiación causaban una inhibición temporal de la
síntesis de DNA (hasta un máximo de 5 horas). Durante ese tiempo se podría
producir antioxidantes celulares que protegieran posteriormente del daño
oxidativo a la célula ante nuevas exposiciones.
3.- Estimulación del
sistema inmune. Mientras que altas dosis de radiación se sabe que son
inmunosupresoras, Luckey y colaboradores, demostraron en distintos estudios que
bajos niveles de radiación se comportaban estimulando la inmunidad, efecto que
enlaza con la “teoría del daño” de Matzinger (ya he hablado de esta
investigadora en inmunología poco convencional), en la que se propone que las
células normales de todos los tejidos del organismo, cuando sufren un estrés
envían una señal que ella denomina de “peligro” o “alarma” o “señal cero” que
sirven para activar a las células presentadoras de antígenos (CPA), asumiendo
entonces que estas células no son capaces per se de enviar señales
coestimulatorias, sino que necesitan ser activadas por la “señal de peligro”.
Hablo de este
término porque en la controversia actual sobre la acción del DHA, hay un efecto
hormético que ha sido ampliamente ignorado por los investigadores y que nuestro
grupo tuvo en cuenta en las discusiones de los efectos del DHA (Brudy Plus) en
deportistas cuyo resumen presentamos en el Congreso Mundial de la Federación
Española de Medicina del Deporte y que obtuvo el premio a la mejor comunicación
científica.
En efecto, de
todos los ácidos grasos poliinsaturados, el DHA es el más susceptible a la
oxidación espontánea debido a una estructura química peculiar (larga cadena de
átomos de carbono). Este efecto siempre se ha considerado negativo y, de hecho,
todas las formulaciones de omega3 del mercado estaban obligadas a llevar
vitamina E como antioxidante. Sin embargo, la acumulación de evidencias sugiere
que los ácidos grasos poliinsaturados oxidados espontáneamente, pueden ser
beneficiosos en muchos contextos, debido en gran parte al hecho de que son
agonistas altamente reactivos para ciertos receptores. Por ejemplo, el DHA oxidado
tiene una alta afinidad por el receptor activado por el proliferador de
peroxisomas (PPAR) de la familia de factores de transcripción, que regulan la
diferenciación celular, el desarrollo, el metabolismo, y la tumorogénesis. Por
otra parte, el DHA oxidado tiene un efecto activador del factor nuclear de transcripción
PPARα mayor que cualquier otro ligando de PPAR
probado.
El PPAR activa
la lipoproteinlipasa emulando al ejercicio físico, que regula al alza los
transportadores de glucosa para introducir glucosa en el músculo, y
lipoproteinlipasa para oxidar ácidos grasos.
Todas estas son acciones que van conociéndose poco a poco, pero lo que los que nos dedicamos a la medicina del deporte, sabemos, desde hace años, que el DHA tiene un efecto ergogénico indiscutible (falta por ir confirmándolo en los estudios clínicos, aunque como he dicho en otras ocasiones, en deportistas de nivel no los veremos).
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