Reflexiones al sol....
Es de bien nacidos ser agradecido (Enlace),
una frase que he tratado de tener siempre en cuenta en los distintos avatares
de mi existencia. Pues bien, voy a aprovechar esta ventana al mundo –que es
internet- para escribir los motivos de mis agradecimientos.
Agradezco
a aquéllos que me advirtieron de que la especialidad que comencé a estudiar –medicina
del deporte- era mediocre y solo la hacían los que no podían acceder a las “grandes
especialidades médicas” como traumatología, cardiología etc. Llevarles la
contraria –siempre mi carácter “ingobernable”- me hizo tener la oportunidad de
asomarme a los límites del rendimiento humano y conocer a los cazadores
actuales, que son los deportistas (Enlace).
Hacer el doctorado –a pesar de que solo era perder el tiempo
en un contexto clínico como el de los años 80-, me llevó a entender el
soliloquio de los “expertos” en el contexto universitario. Aún recuerdo la
frase del Prof. Mataix –uno de los mayores expertos en nutrición humana en
nuestro país en esa época-, que me dijo después de comentarle uno de los
resultados de mi tesis: ¡Qué extraño, no suele haber un déficit de ácido fólico
en nuestro país! Sería necesario hacer más estudios en deportistas para ver que
en este otro mundo, las cosas eran diferentes (Enlace). También recuerdo la
contundencia del Prof. Varela (padre) cuando me dijo: “No tenga usted duda de
que los deportistas son iguales al resto de la población, ya que aunque las
necesidades de nutrientes son mayores, se compensa al comer más cantidad de
alimento”. Pues bien, las recomendaciones de los distintos nutrientes (macro y
micro) han ido cambiando tan radicalmente que apenas podemos reconocer lo que
se aconsejaba hace tan solo veinte años (Enlace).
Estoy agradecido de haber conocido a los olímpicos españoles
de halterofilia, cuando vinieron al centro de alto rendimiento en donde
trabajaba en el verano de 1993. Ellos me enseñaron lo que había de real en la
ingesta de 1g de proteína por kilo de peso y día……(Enlace)
Reconocimiento total a la Asamblea Regional de Murcia, que me concedió uno de los premios al mérito deportivo por mis investigaciones en el año 1991 y tuvo la sabiduría de dedicarse en los años posteriores a destruir toda la actividad en medicina del deporte de la Región hasta su liquidación definitiva hace dos años. No estaré nunca lo suficientemente agradecido a esos políticos que han sabido eliminar poco a poco la vanidad personal para evitarme la condenación eterna por soberbio (Enlace)
Sigo con mis agradecimientos porque después de haber
conocido a los mejores preparadores y entrenadores de ciclistas (aprovecho para
hacer mención especial a Antonio Bravo y Antonio Iniesta) y tras haber estado
en el equipo que colaboró para obtener varios campeonatos de España y diplomas
Olímpicos, nadie nos tentó con responsabilidades de cargos o representaciones
que nos hubieran llevado a ganar dinero que es el origen de todas las
tentaciones y el primer escalón de la perdición (Enlace).
Llevamos una lucha épica contra el dopaje hasta el límite del enfrentamiento
con directores de equipos ciclistas profesionales. Defendimos el “juego limpio”
y la salud del deportista frente al doble juego y la hipocresía de quienes –como
responsables- mantenían un discurso y favorecían lo contrario. Ha sido, no
obstante, muy decepcionante ver como ha quedado sin castigo lo que fue una
práctica habitual y escandalosamente conocida (Enlace).
Mi relación con el entrenamiento en deportes extremos me
llevó a preocuparme y ocuparme de patologías emergentes como el llamado –entonces-
síndrome de fatiga crónica, consiguiendo que una madre joven, incapaz de poder
tomar en brazos a su bebé, mejorara enormemente en base a la aplicación de las
técnicas de adaptación al ejercicio observadas en deportistas (Villegas JA,
Martinez MT. Fatiga Crónica no Catalogada Tratada con Éxito con Creatina.
Medicina de Rehabilitación (2001;14:21-26). Ese fue mi punto de encuentro con
lo que posteriormente se conoce como actividad física terapéutica. La base de
la medicina del futuro.
Gracias a amigos como Carlos Saavedra, que nos ilustró –con su
ironía chilena- sobre los métodos de trabajo efectivos en patologías como la
diabetes II, transmitiéndonos los estudios realizados en el laboratorio de
ciencias de la actividad física de la Universidad de Laval, en Quebec, Canadá.
El conocimiento de esos señalizadores como la AMPk
(Enlace)
que se activaban con el agotamiento de sustratos, me llevó a la
paleoantropología y al contacto con maestros como Eudald Carbonell (autor del
prólogo de mi libro –Enlace-).
En ese momento se cerraron áreas del puzzle y comencé a leer a Cordain (Enlace) y a comprender lo
que ahora se llama la medicina evolucionista.
Conocer a Michel Crawford y su
pasión por el DHA (Enlace),
que estudiamos en la universidad durante años, me llevó a entender muchos de
los problemas del mal funcionamiento de decenas de moléculas enormemente
importantes. Comprendí por qué se le daba tanta importancia al CLA (ácido
linoleico conjugado) –Enlace-
después de llevarme Cognis a Barcelona para dar una conferencia. Entendí las
razones –que en su día no alcancé a comprender- de la compra de una fábrica de
hesperidina en Murcia por una multinacional para deshacerse de competencia con
una molécula propia patentada. Aprendí a diferenciar investigación de estudio
patrocinado, lo que me llevó a comprender, finalmente, el por qué no funcionan
todos los omega3 del mercado. ‘Muerda la cápsula y trague el líquido”, me decía
el prof. Crawford, y si le pica en la garganta, ese omega3 está oxidado y no
vale. Así de simple, así de terrible, porque ninguno se ha salvado desde
aquélla prueba, excepto el que nosotros investigábamos… Not bad, not bad, dijo
el profesor que más sabe de ácidos grasos y cerebro –su gran reservorio- a
nivel mundial, al masticar una cápsula de Omega3 DV –Enlace-.
También estoy agradecido a mi alumno –y actual profesor en
la Universidad de Curitiba, Brasil- Julio César Bassan, cuando hicimos el
estudio que leyó como tesis doctoral, en los campeonatos del mundo de karate en
Venecia en el año 2000. Los deportistas de élite mundial no son los estudiantes
de educación física con los que todos experimentan. Anotar el lactato en un
karateka que acaba de proclamarse campeón del mundo, es una experiencia
fabulosa –Enlace-.
Viene a mi memoria una frase de un compañero de trabajo
cuando comencé a ejercer: “Vas a ser el muerto más sano del cementerio”, me
dijo aludiendo a mi actividad física intensa –competitiva en aquéllos años- y a
mi militancia activa contra el tabaco y el alcohol, habituales en los médicos
jóvenes de entonces. Gracias por animarme a ser más duro, más fuerte, más
disciplinado. Gracias por descubrir el camino del guerrero en la escuela Goju
Ryu de Okinawa. Gracias por esos entrenamientos tan exigentes que me permiten,
ahora, seguir con mi entrenamiento a los sesenta y dos años, cuando mis colegas
de promoción apenas pueden correr a coger a un nieto de dos años en el parque.
Sentirse vivo (aunque sea una ilusión) es una enorme satisfacción, por encima
de cualquier emoción furtiva. Llevar al nivel cognitivo la información cuántica que almacenan mis cuerdas y mantener el "tono vital", es un milagro diario. Pues bien, gracias por ayudarme a ser persistente manteniendo mi entropía -Enlace- (recuerdo la primera clase de medicina del deporte en Estrasburgo dedicada a la termodinámica y donde el profesor -ya no recuerdo su nombre- nos habló de las menores pérdidas por entropía en la cadena transportadora de electrones de los deportistas "buenos"). Le faltó conocer a los velocistas actuales...
Y gracias por decirme que tenía que comer dieta mediterránea
varias veces al día, sin saltarme un desayuno y con las calorías contadas,
gracias por esos dogmas que han alimentado mi curiosidad hasta conseguir que entrene
sin desayunar, que tome el café sin azúcar y sin edulcorante, que eche proteína al yogur y que renuncie
a las comidas de la abuela, pasándome a las de la tatara...abuela.
Con esas premisas me he convertido en el mejor cliente de la
web de mi hijo. He descubierto que el cacao está sometido a un control total de
las multinacionales que obligan a la producción de plantas más resistentes en cultivos
extensos latifundistas. Ahora tomo el mejor chocolate puro del mundo,
procedente de Comercio Justo y Solidario, de plantaciones de pequeñas
cooperativas en Ecuador y con el sabor y aroma más tradicionales -Enlace-. No ha hecho
falta que digan los estudios patrocinados por el mercado mundial que el
chocolate tiene polifenoles y baja la tensión, nosotros ya lo sabíamos mucho antes
y con el de verdad, no con la parodia que se comercializa con leche. También
tomo el mejor té del mundo, la miel de Ulmo (las flores más aromáticas del sur
de Chile), el Rooibos más natural y cuido mi piel curtida por el sol con el
aceite de Argán obtenido por pequeñas comunidades de mujeres magrebíes.
He estudiado el ácido linoleico conjugado en investigaciones clínicas y el DHA y sé de primera mano cuál es el que funciona y por qué. He analizado aislados de suero de leche, hemos hecho estudios sometiendo a estudiantes a ingestas de batidos de proteínas y les hemos puesto vías para conocer el nivel plasmático de los aminoácidos hora tras hora. Hemos visto los efectos de antioxidantes como el carnosol, o vitaminas y minerales, hemos tenido a ciclistas sometidos a esfuerzos extenuantes para observar efectos de supuestas ayudas ergogénicas... Solo con la experiencia de mi grupo de investigación ya puedo saber muchos de los argumentos en los que se basaba la experiencia con los deportistas de élite. ¡Es fantástico dar rienda suelta a la curiosidad de nuestro cerebro!
Y, finalmente, gracias a todos los colegas que nunca han creído que pudiera leerse en la Academia de Medicina un discurso de ingreso como numerario hablando de las consecuencias fisiopatológicas de la actividad física intensa en el organismo.
Ahora, queridos lectores, está en vuestra mano aprovechar los monólogos de un adulto inquieto e ingobernable que aún sigue dándole "caña" a los políticos que pretenden manipularle y mantiene intactas sus iniciativas y curiosidades de siempre.
He estudiado el ácido linoleico conjugado en investigaciones clínicas y el DHA y sé de primera mano cuál es el que funciona y por qué. He analizado aislados de suero de leche, hemos hecho estudios sometiendo a estudiantes a ingestas de batidos de proteínas y les hemos puesto vías para conocer el nivel plasmático de los aminoácidos hora tras hora. Hemos visto los efectos de antioxidantes como el carnosol, o vitaminas y minerales, hemos tenido a ciclistas sometidos a esfuerzos extenuantes para observar efectos de supuestas ayudas ergogénicas... Solo con la experiencia de mi grupo de investigación ya puedo saber muchos de los argumentos en los que se basaba la experiencia con los deportistas de élite. ¡Es fantástico dar rienda suelta a la curiosidad de nuestro cerebro!
Y, finalmente, gracias a todos los colegas que nunca han creído que pudiera leerse en la Academia de Medicina un discurso de ingreso como numerario hablando de las consecuencias fisiopatológicas de la actividad física intensa en el organismo.
Ahora, queridos lectores, está en vuestra mano aprovechar los monólogos de un adulto inquieto e ingobernable que aún sigue dándole "caña" a los políticos que pretenden manipularle y mantiene intactas sus iniciativas y curiosidades de siempre.
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