Doctor, tengo insomnio



Tengo multitud de pacientes que se quejan de insomnio o de falta del adecuado descanso nocturno. En general, todos ellos buscan el medicamento milagroso, por supuesto, pero el problema es que, como en muchos otros aspectos, nos hemos alejado muchísimo de nuestra evolución natural.

Procedemos de primates arborícolas con un sistema visual muy adaptado a los colores (frutas) y a las distancias y movimiento (árboles, ramas, saltos etc). Nuestro ritmo de actividad era diurno, ya que necesitábamos la luz solar para calcular distancias, distinguir frutas etc. El paso a la bipedación llevó consigo grandes adaptaciones de órganos que teníamos adaptados a nuestra vida arborícola, así pues, desarrollamos un pulgar oponente que dio origen a la mano tecnológica que nos distingue. Generamos una fonación y una complejísima adaptación de nuestro cerebro para permitirnos la caza en grupo, dándonos acceso a proteínas animales y, por ello, a una dieta mucho más rica en nutrientes esenciales. Descubrimos el fuego y adaptamos nuestros sentidos perdiendo algo de unos y mejorando mucho, otros. No necesitábamos tener un olfato y oído finísimos, pero mantuvimos un complejo sistema de ritmos muy parecido al de nuestro pasado arborícola. Dormíamos refugiados de los depredadores nocturnos y manteníamos una actividad de caza diurna, alimentándonos, también, durante el día. 

Resultado de imagen de fuego tribuEn este entramado de señalizadores que determinaban el ritmo hormonal, destaca una hormona, la melatonina,  cuya función principal es informar al cuerpo de las fases circadianas o ritmos de estimulación de hormonas encargadas, por ejemplo, de elevar nuestra producción de energía ante la función de caza. El ritmo circadiano se adquiere sobre los tres meses de vida del bebé y, es de los 12 meses a los 3 años cuando se logran los mayores niveles, para luego disminuir hasta caer más de 12 veces la producción de la juventud.
Estábamos adaptados a un entorno ancestral, en el que necesitábamos despertar al alba y ponernos metabólicamente a nivel de salir de caza (y exponernos a ser cazados) para después entregarnos al descanso en las horas de sol máximas y volver posteriormente a nuevas actividades rutinarias. Miles de años al refugio del fuego tribal en donde nos transmitíamos cultura y convivencia. 

Luces fuertes y calor tremendo el proporcionado por el sol incidiendo en el ambiente africano de nuestros orígenes y luces rojas y oscuridad para descansar en un entorno seguro cayendo nuestros señalizadores al nivel mínimo induciéndonos el sueño reparador.. Todo ello lo hemos modificado brutalmente en apenas cien o doscientos años. 

Ahora las luces blancas y azules se mantienen día y noche. Trabajamos en turnos que a veces generan cambios en nuestros ritmos hormonales de gran trascendencia. Estamos sometidos a ruidos y a la presión de aparatos emisores de sonido y luces más cercanas a las del día natural que a las rojizas del fuego y la oscuridad ancestral. 
 
La secreción de la melatonina se ve afectada por esas luces azules y blancas nocturnas. Por esos estímulos repetidos de aparatos electrónicos (teléfonos móviles, tabletas, televisores…). Nos vamos a la cama prácticamente chateando o pensando en las actividades del día siguiente, de modo que llega a ser habitual que el saludo para ir a dormir sea “mañana me espera un día agotador..”. 

¿Qué tiene eso que ver con la conversación tribal en torno a la luz débil y rojiza del fuego acogedor?

Tenemos insomnio, es lo que mejor identificamos, pero también tenemos mala regulación de nuestros ritmos biológicos, pésima relajación y mínimo descanso. 

Y, finalmente, en pleno despropósito, pensamos que una pastilla nos lo solucionará….

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