La dieta paleo. ¿Es factible en la actualidad?



El estilo de alimentación “paleo”, tiene características que conviene conocer para seguirlo con rigor y seriedad. Al igual que el veganismo dietético, absteniéndonos de juicios y guiándonos por ayudar a conseguir el equilibrio nutricional adecuado, el estilo paleo tiene desequilibrios nutricionales que conviene conocer.

En el caso del vegetariano, el problema es que se nuestro metabolismo está preparado para comer proteínas de la caza y pesca desde hace cientos de miles de años y el cambio de alimentación debe contemplar el desequilibrio que conlleva, conocer los alimentos que pueden consumir según su ética, y buscar los más ricos en aminoácidos esenciales y nutrientes derivados de animales (como la vitamina B12 o el hierro, que nosotros absorbemos de la sangre del animal (morcillas, sangre cocida etc)).

En el caso del seguidor de la dieta paleo, el problema es que conceptualmente sigue la dieta perfecta, pero el problema reside en que ahora no existen los alimentos “paleo”. Los animales pastadores libres desaparecieron paulatinamente para dar paso a los prisioneros alimenticios de nuestra especie (en boca de un gran antropólogo, Eudald Carbonell). Consumen piensos y crean tejidos grasos ricos en grasas saturadas, de las cuales abusamos en la comida. Están contaminados con metales pesados, como ocurre con los pescados salvajes (los de piscifactoría se alimentan de pienso (y antibióticos, por cierto)). Los vegetales, hortalizas y frutas no son los ancestrales. Muchas de las verduras que tomamos ahora, como las diferentes coles,  brócoli, coliflor, repollo y repollito de Bruselas, se han obtenido mediante selección artificial a partir de una especie original que no existe en la actualidad. Por ejemplo el plátano en sus comienzos no tenía más de 6 ú 8 cm de longitud y estaba lleno de semillas, no era dulce y apenas apetecible.


Fotografía de un plátano tal como lo comerían los primeros agricultores antes de empezar a manipularlo genéticamente hasta conseguir las variedades actuales ricas y sabrosas.


Si quisiéramos vivir de lo que podían encontrarse nuestros ancestros a los que queremos imitar, apenas podríamos sobrevivir tras días de ascos, repugnancia y vómitos. Larvas, insectos, frutas sin el sabor dulce de las actuales (verdes muchas veces), carnes en puntos casi de putrefacción, granos de arena y polvo y, a veces, un festín de sangre fresca y carne terriblemente dura (músculos cartilaginosos procedentes de animales potentes y corredores, no terneros de establo). 

Concepto paleo no es tratar de volver a donde no se puede ni sería conveniente. Más bien, debe ser tratar de eliminar de nuestra dieta alimentos nuevos que sabemos que son perniciosos para nosotros, no en sí mismos, sino porque no estamos metabólicamente acondicionados a ellos, como carbohidratos simples (azúcar de mesa y fructosa, por ejemplo). Mejorar la ingesta de grasas -controlando las saturadas y tratando de equilibrar ácidos grasos Omega6/Omega3-. Evitar cereales ricos en glúten cuando se sospeche sensibilidad (no solo intolerancia manifiesta). Identificar la genética de la cabaña de la que tomamos la leche y derivados (tomar leche de vacas que producen la proteína β-caseína A2) siempre que tengamos tolerancia total a los lácteos. Aumentar la ingesta de verduras y ensaladas, tomar pescado salvaje y empezar a acercarnos a nuestro futuro alimento, los insectos (la industria, en el momento en que vea interés por los consumidores, nos los hará apetecibles, seguro). Evitar en la medida de lo posible los alimentos procesados (ni un gramo de grasas “trans”), no abusar de colorantes, edulcorantes y demás barbaridades de nuestra industria. Legumbres en muy justa medida (el uso indiscriminado de la soja es un problema que deriva, no de sus cualidades como alimento, sino del marketing de las grandes productoras mundiales). 

No es un paso atrás lo que debemos de dar -en mi opinión- sino un pequeño descanso con una profunda meditación sobre el punto exacto en el que estamos, para poder seguir el rumbo del conocimiento científico y no el de los intereses de los grandes capitales (siempre pensando en sus intereses y en el corto plazo). Hay que repartir disciplina, sensatez y austeridad y sería muy conveniente para nuestra descendencia que comiéramos solo lo que necesitamos -buscando la sostenibilidad del planeta-, y no nos dejáramos guiar por el marketing que conoce muy bien cómo conseguir activar zonas de recompensa cerebrales que están creadas para épocas de ejercicio físico intensísimo y gran dificultad para conseguir alimento, como es el caso de la apetencia por lo dulce y la grasa.

No nos engañemos, si atentamos contra nuestro planeta, solo conseguiremos que perezca nuestra especie y todas las que hayamos destruido. La tierra seguirá en su órbita y nacerán otras especies y evolucionarán, como siempre ha sucedido, en pos de la supervivencia, porque como dijo Darwin, la evolución no busca crear seres más inteligentes, sino mejor adaptados. Si nosotros nos autodestruimos, solo habremos demostrado que no éramos capaces de adaptarnos, aunque hayamos sido capaces de descubrir los gravitones y de saber cómo dio comienzo nuestro universo conocido.

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