Houston, tenemos un problema...
Leo en este momento un artículo reciente de Edward Archer,
un fisiólogo del Centro de Investigación Nutricional de la Obesidad en la
Universidad de Alabama. Es un teórico de la obesidad y fisiólogo computacional,
y tiene una amplia base interdisciplinaria con títulos de postgrado y formación
en fisiología, psicología, nutrición, ciencias del deporte y epidemiología.
El artículo trata de la falsedad sobre la que se basan las
recomendaciones nutricionales en los EE.UU. debido a que, según el autor, los
métodos de evaluación alimenticia basados en la memoria (entrevistas y
cuestionarios) son los protocolos dominantes de recolección de datos en las
recomendaciones alimenticias y en las investigaciones sobre epidemiología de la
nutrición y obesidad subvencionadas por el gobierno.
El argumento que emplea es enormemente convincente. El
informe científico del 2015 Dietary Guidelines Advisory Committee se basó
principalmente sobre métodos de evaluación de la alimentación recogidos a
través de la memoria de los participantes, como entrevistas (cuestionario de
frecuencias de consumo) o recordatorios (24 horas). El problema es que la memoria humana es una amalgama de procesos
constructivos y reconstructivos que hacen que el modelo de archivo de la
memoria humana y la suposición de que el recuerdo proporciona reproducciones
exactas de episodios del pasado, sean indiscutiblemente falsos. Además, los
protocolos y las conductas de los encuestadores inducen falsos recuerdos y, por
si fuera poco, los datos obtenidos por estos métodos, no están sujetos a observación,
cuantificación o verificación; como tales. Por todo eso, concluye que los datos
de los informes de las guías norteamericanas, son pseudocientíficos e
inadmisibles en la investigación científica.
Realmente, el tema es pavoroso, porque de ahí hemos estado
bebiendo todos durante muchos años, aunque siempre, hemos visto en la clínica,
que cualquier parecido con la realidad era pura fantasía. Creer que puedes
considerar como frecuencia de consumo una encuesta realizada al paciente es un
absurdo. Todos los médicos hemos escuchado a nuestros obesos decirnos que en
realidad apenas comen “que les alimenta el aire”. A los jóvenes decirnos que
comen de todo (hay que sonsacarles los consumos de refrescos y alcohol). A las
mujeres en edad fértil decirnos que comen mucho pescado (y es necesario
insistir en el tipo y la frecuencia para darnos cuenta de que apenas toman
omega3).
Todos los investigadores sabemos que cuando haces un estudio con un
alimento funcional y sometes a las personas a encuestas les cambias (sin
pretenderlo) la dieta porque “se sienten observados”.
Es mucho más preciso ir a las publicaciones del Ministerio
de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente y acudir a informes de productos
comprados y consumidos (ahí está la realidad), para ver con pavor, que el
consumo de aceite virgen extra de oliva disminuyó el año pasado un 7,7%, creciendo
el de semillas un 27,1% (alta ingesta de omega6).
Si seguimos con las compras, veremos que disminuye el consumo de leches fermentadas (yogur) casi un 4% y aumentan los helados un 7% (¡qué pena!). También disminuye la carne fresca, el jamón y el pescado., manteniéndose estable el de bollería, galletas, etc (nuevamente… ¡qué pena!. Y la fruta fresca baja un 2% (ya no digo más…). Y también bajan los huevos, pero no así el azúcar, que se estabiliza……..
Pues eso… Las cifras cantan. Hay que invertir tendencias o
estamos ante un gravísimo problema de salud pública.
Enlace para obtener el informe completo: Pinchando aquí
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