Suplementos en jóvenes deportistas. Una situación que debe abordarse




En anteriores escritos, he insistido en que, antes de cualquier suplementación en el deportista, hay que estudiar la dieta y equilibrarla, de hecho, con esta medida, se asegura la ingesta de los nutrientes necesarios, quedando la parte de suplementación relegada al aporte de ayudas ergogénicas específicas.

Cuando hablamos de deportistas jóvenes, la necesidad de regularizar la dieta es máxima, y si es posible, el especialista debe incidir en la educación nutricional estableciendo hábitos dietéticos saludables. Esta medida es especialmente relevante en situaciones en las que el deportista vive fuera del ámbito familiar debido a la necesidad de aunar estudios y entrenamiento cualificado (muchas veces con necesidades de instalaciones adecuadas).

En estos casos, la ausencia de conocimientos dietéticos fundamentales y la circunstancia especial de encontrarse en un ambiente de bajo control, genera una situación en la que se puede dar un déficit nutricional. Hay que tener claro que en el comedor de un centro de tecnificación, no se controla lo que toma el deportista, sino lo que se le ofrece, que muchas veces no es coincidente.

Cuando se estudia el consumo de suplementos por los jóvenes deportistas, se comprueba el alto nivel de gasto que supone su consumo. En el año 2000, se ha reportado que las ventas de suplementos dietarios en los Estados Unidos alcanzaron los 17.1 billones de dólares, con un incremento anual en los consumidores que gastan más del 10% de sus ingresos en suplementos (Food and Drug Administration, 2002).

Erdman, un investigador de la universidad de Calgary, en Canadá, comprobó en un estudio de publicado en 2006, que el 88.4% de los atletas de elite canadienses que competían a nivel provincial, universitarios, nacional e internacional/profesional utilizaban uno o más suplementos dietarios. Los estudios que han investigado la suplementación con vitaminas y minerales han hallado que los suplementos más frecuentemente utilizados son la Vitamina C, los multivitamínicos, el hierro y el calcio.

Desafortunadamente, a pesar de su aparente composición “natural”, no todos los suplementos son suficientemente evaluados y por lo tanto las afirmaciones acerca de su seguridad y confiabilidad, son poco creíbles. Los efectos de las dosis recomendadas tampoco están bien reguladas por lo que no existe garantía alguna de su eficacia. Además, el uso de vitaminas y minerales puede ser potencialmente dañino ya que el consumo de estos suplementos en grandes dosis puede ser tóxico e interactuar con otros nutrientes.

A todo ello se añade que la prescripción suele ser mediada por la publicidad, lo que anula cualquier garantía. Tengamos en cuenta que los argumentos, en los niños y adolescentes atletas, para tomar suplementos son ausentes de rigor y dependen de ese marketing publicitario. Si nos atenemos a los estudios, los argumentos que esgrimen los adolescentes deportistas son: El crecimiento (48%), la prevención de enfermedades (44%), el tratamiento de enfermedades (37%), la mejora del rendimiento (31%), cansancio (28%) y el desarrollo muscular (28%). 
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Los expertos en neuromarketing no son ajenos a la dependencia tribal de los jóvenes en cuanto a los ídolos a imitar. Por ello, no es extraño que los deportistas más famosos sean los que promocionan marcas de suplementos.

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Por cierto, las jóvenes deportistas, no son ajenas a este mercado y tienen su preferencia  en los complejos de vitaminas y minerales (83%), seguidos de suplementos herbales (48%) y de complejos multivitamínicos (42%).



Ante esta situación, ciertamente alarmante, los argumentos expresados por los especialistas no son muy alentadores, ya que la mayoría de los estudios actualmente disponibles muestran que los atletas ingieren una cantidad adecuada de nutrientes y niegan la necesidad de los suplementos a base de vitaminas y minerales. Sin embargo, la mayoría de estos estudios citan resultados de estudios llevados a cabo en las décadas del 80 y 90. En la situación actual de dietas desequilibradas y entrenamientos mucho más exigentes, es posible que las dietas de los atletas no cubran los requerimientos de vitaminas y minerales. La tozudez de algunos profesionales en negar este hecho, hace que “la realidad” mande y el joven observe “en su propio cuerpo” la irrealidad de estos consejos derivados de criterios anticuados.

Hay que realizar un buen estudio nutricional, equilibrar la dieta y proporcionar argumentos sólidos y consistentes que contemplen la individualidad y exigencia del deporte y hay que hacerlo de forma que el joven deportista se sienta bien estudiado y comprendido en el nivel de exigencia del deporte que practica. Negar la evidencia no es ser un profesional científico y riguroso. Hay que estar al día en el avance de la ciencia de la alimentación y en la exigencia deportiva y tratar al joven deportista de manera que entienda la importancia de una buena dieta y tenga un nivel de prescripción de suplementos, individualizado y adecuado, de forma que se sienta bien estudiado y deposite su confianza en el especialista.

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