Contrastar la fuente, esa es la clave de una buena información



Internet es nuestra fuente de conocimiento, pero también una enorme distribución de bulos y desinformación. Para científicos, profesores, profesionales y entendidos, la divulgación científica es cada vez más accesible (solo en biomedicina se ha multiplicado por 16 entre el año 2000 (7.400 artículos) y 2011 (120.900 artículos) el número de artículos abiertos, es decir, gratuitos, a revistas científicas). Sin embargo, el gran público se ve bombardeado por las pseudociencias, los mitos, las medicinas alternativas y los bulos.
Es fácil caer en los extremos, pongamos algunos ejemplos:

-          Se critica la eficacia de algunas vacunas después del fiasco de la gestión de la pandemia de gripe A por la OMS. En el ámbito científico no hay duda sobre la inmensa mayoría de las vacunas y simplemente se cuestiona la calidad y criterios de empleo de algunas de ellas

-          Se crean grupos antivacunas cuya desinformación (el autismo se relaciona con vacunas en niños, por ej), llega a los medios de masas y salta a la televisión y prensa, en donde se confunde la libertad de información con la obligación del profesional de verificar las fuentes.

Otros ejemplos:
-          En el ámbito científico no hay duda sobre la importancia de los avances en transgénicos y su utilidad. Solo se insiste en la seguridad y en el control del monopolio
-          En los grandes medios y en algunas asociaciones bien intencionadas, se asume como científicamente válido que los transgénicos son un peligro para el ecosistema, para los pequeños agricultores y para los consumidores, pero esos argumentos apenas resisten una pequeña pregunta: ¿Qué es preferible para proteger una cosecha frente a las plagas, emplear pesticidas que luego serán muy difíciles de eliminar y que en cierta medida acabaremos ingiriendo, o introducir un gen que modifique mínimamente el ADN del producto y que le permita desarrollar su propia defensa frente a esa plaga? 

Más ejemplos:
-          Los disruptores endocrinos son una amenaza y hay que eliminar todo tipo de producto que los lleve
-          Sin embargo, quienes hacen esta afirmación desconocen que el resveratrol, que se vende como un antioxidante potente (por ejemplo) es un disruptor endocrino que interfiere con el sistema estrogénico y otros receptores hormonales, igual que la genisteína de la soja. ¿Por eso va a ser un producto nefasto a evitar?
-          Un compuesto como el bisfenol A, que se encuentra en los plásticos, se oxida en el hígado en 2-3 horas, se conjuga y se elimina en la orina. Por lo tanto, si usted está expuesto a ella en la mañana, ya no estará expuesto a ella en la tarde. El problema no es la presencia de bisfenol A, en envases de plástico, sino el uso continuo de ellos.
-          Sin embargo, un disruptor endocrino del que se habla poco son los bifenilos policlorados (PCB),  que fueron utilizados como aislantes eléctricos durante años y bloquean la acción de las hormonas tiroideas, jugando un papel en la alta incidencia del trastorno por déficit de atención con hiperactividad, ciertas formas de autismo y ciertas enfermedades neurodegenerativas. Es importante que se sepa que estos productos se estudiaron, se conoció su toxicidad y se prohibió su empleo. 

En el ámbito de la nutrición, el problema se dispara y cuando los investigadores publicamos que una dieta similar a la ancestral (baja en carbohidratos simples), tiene un efecto positivo en el microbioma y afecta favorablemente a la lucha contra el sobrepeso y diabetes 2, por ejemplo, entonces se crean sociedades, foros y fanáticos de la dieta paleo que llevan su vida al extremo de no comer ningún producto lácteo, cereales, leguminosas etc (contraindicación absoluta).

No es fácil alzar la voz en medio de tanto experto de medio pelo, que nutren su “conocimiento” de mensajes y argumentos obtenidos en ambientes muy poco rigurosos, cuando no sencillamente manipuladores, como la dieta “limpia” o “clean diet” creada por Tosca Reno, con el claro fin de generar opinión y ganar dinero.

Reivindico la divulgación seria y rigurosa, contrastando fuentes o empleando el lenguaje científico, basado en el criterio y experiencia curricular del profesional y en la cita de lo que se dice obtenida en revistas de impacto. Solo de esa forma se puede evitar la manipulación sencilla de divulgadores que utilizan su fama obtenida en ámbitos al margen de la ciencia, para hablar de lo que no saben, sentenciando bulos y desinformación.

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