Azúcar.... ¡Ay el azúcar!
Recientemente
se ha producido un debate intenso y curioso en las redes (entre nutricionistas)
acerca de las declaraciones de las doctoras Carmen Gómez Candela y Samara
Palma, ambas de la Unidad de Nutrición Clínica y Dietética del Hospital
Universitario La Paz con el titular (del periodista) “Una experta en nutrición
desmonta el mito de que el azúcar causa sobrepeso”. El estudio en el que se
basaba el titular ya tiene casi un año, pero se ha reproducido de nuevo al
presentarse una conclusión similar en el XV Encuentro Nacional de Salud y Medicina
de la Mujer.
Como
suele ocurrir en estos casos, partidarios y detractores se han sumado a la
polémica (especialmente azuzada por los detractores, claro) y han lanzado argumentos
de todo tipo para descalificar al adversario. Por mi parte, voy a aprovechar la
ocasión de entrar en un tema polémico, para dar mi opinión que puede, de forma
general, extenderse a otras facetas de la alimentación en controversia
actualmente.
Tengo
que advertir que los expertos consultados en la elaboración de este compendio
sobre el azúcar, me parecen suficientemente rigurosos y confiables (algunos los
conozco personalmente), a pesar de lo cual, me alegro de que mi devenir
profesional me haya puesto de este otro lado (que considero mucho más objetivo,
ya que no tengo ningún factor que coarte mi libertad).
Bien,
el origen del titular está en el libro blanco del azúcar, que es un compendio
de artículos, como he comentado anteriormente, de expertos con el respaldo (y
patrocinio) del Instituto de Estudios Documentales del Azúcar y la Remolacha
(IEDAR). Voy a poner frases y conclusiones literales del libro para explicar el
fundamento del debate y dar mi opinión argumentada.
Primer
punto a considerar, el argumento que justifica la consulta a expertos
(elegidos) y la realización del libro: …. Ante la alarma creada entre los
productores de azúcar por la aparición de un “estado de opinión” desfavorable
para sus intereses, se crea un Instituto de carácter técnico, patrocinado por
la industria azucarera y destinado a divulgar contenidos científicos que
contrarresten la corriente de opinión desfavorable para sus intereses
comerciales.
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Es decir, quien
patrocina el libro es un organismo cuyos intereses son los de la industria
azucarera.
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Por otro lado, no
es una opinión consensuada entre todos los expertos, de hecho, a mí mismo me
consultaron y no acepté.
Segundo
punto: La verdadera razón, el dinero, claro: …. En la Unión Europea se cultiva
remolacha en algo más de 1,3 millones de Ha, por unos 160.000 agricultores que
envían su producto a 56 industrias que dan trabajo a unas 30.000 personas a las
que si sumamos los empleos indirectos llegamos a un millón, que dependen total
o parcialmente de la actividad azucarera.
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Ésta es la
auténtica declaración de intenciones de todo el libro. Un argumento que, se ha
utilizado con frecuencia para defender empresas contaminantes, agricultores que
cultivaban tabaco etc etc
Tercer
punto, el argumento de un alimento antiquísimo: …. Su historia es muy antigua. Toussant-Samat
cree que fueron los chinos los primeros que cultivaron la caña, en la región de
Kouang-Tong, que se corresponde en la actualidad con Cantón, en donde existe un
documento de unos dieci- siete siglos antes de Cristo, que afirma
que el emperador Tai Hung enviaba
a algunas mujeres a Lyu (India) y
concretamente a Mo-Ki-To (Bengala), a que aprendiesen el noble arte de hacer
azúcar (aunque debe entenderse que a extraer jarabes), a partir de una hierba, que en estas áreas crecía
espontáneamente.
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Hay que aclarar
que nuestra exposición al azúcar de forma masiva es de menos de trescientos
años, lo que en términos de evolución en nuestra especie es un período tan
reciente que podría considerarse que es un alimento “nuevo” para nuestra
especie.
Veamos
la gráfica que muestra el aumento tremendo del consumo en un cortísimo periodo
de tiempo
Cuarto
punto, el argumento de lo “natural”: … Lo que está claro es que en ambos
orígenes, caña y remolacha, el producto final está formado por la misma
molécula de sacarosa y que no existe, para el azúcar blanco, procedente de caña
o de remolacha, ninguna diferencia ni en su composición química ni en las
cualidades organolépticas. En ambos casos se trata de un producto absolutamente natural, sin la presencia de conservantes, colorantes u otros aditivos.
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El uso de la
palabra “natural” como un argumento favorable para un producto alimenticio
Quinto
punto, la confusión semántica, basada en atribuir al azúcar conceptos
relacionados con su química como carbohidrato y su presencia como mono o
disacárido en distintas fuentes de alimentos.
Vamos
a aclarar este punto porque es importante y para ello vamos a recurrir al
diccionario de la Real Academia Española de la Lengua.
Azúcar:
Cuerpo sólido cristalizado, perteneciente al grupo químico de los hidratos de
carbono, de color blanco en estado puro, soluble en el agua y en el alcohol y
de sabor muy dulce. Se obtiene de la caña dulce, de la remolacha y de otros
vegetales. Según su estado de pureza o refinación, se distinguen diversas
clases.
Y
entre estas clases, está el azúcar de la leche (lactosa), el de la uva y otras
frutas (fructosa) etc.
Aquí
aparece el primer punto importante ya que si decimos que no deberíamos tomar
azúcar, unos interpretarán que no debemos consumir sacarosa (azúcar de mesa), otros
que no debemos tomar ni mono ni disacáridos (glucosa, fructosa, sacarosa,
lactosa…). En este punto, se produce una situación complicada ya que si yo
advierto de la necesidad de disminuir drásticamente el consumo de azúcar, yo me
estoy refiriendo al azúcar refinado, a la fructosa de los refrescos, a pasteles
etc. Sin embargo, enseguida saldrá un purista a decirme que estoy eliminando
alimentos importantísimos como la leche (lactosa), frutas maduras (fructosa)
etc.
No
se puede combatir el argumento, ejemplarmente expuesto por científicos de la
talla de Robert Lustig o Peter Attia, de que el azúcar es tóxico (publicado en
Nature, una revista de altísimo rigor), diciendo que es necesario tomar fruta o
de que un poco de azúcar permite ingerir alimentos de gran trascendencia que no
tomaríamos solos, ya que hablamos en lenguas distintas. Lo que dicen Lustig y
Attia es que hay que rebajar drásticamente el consumo de azucares (en la
interpretación del diccionario) sin entrar en consideración de si una cucharada
de miel es un buen alimento o de si un poco de sacarosa y fructosa en una
bebida para deportistas recarga más el glucógeno después de un esfuerzo. Son
cosas distintas.
Se
dice en el libro que los hidratos de carbono deben aportar entre el 50 y el 55%
de la energía de la dieta y, además, ser valorados por su potencial energético,
su poder edulcorante y su alto contenido en fibra.
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¿Y esto que tiene
que ver con el azúcar? Nadie cuestiona este concepto.
También
se dice en el capítulo 3 que: … El destino final de todos los carbohidratos es
convertirse en glucosa y el destino de la misma es entrar en la vía metabólica
para poder aportar al organismo energía de forma rápida.
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Este argumento no
justifica, en absoluto, que se tome glucosa. Solo nos informa de que el
organismo ha previsto la forma de obtener un nutriente simple a partir de
alimentos complejos.
Seguirá…..
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