Microbiota intestinal y ejercicio
Hemos hablado en diversas ocasiones de la microbiota humana y
de la enorme importancia que se le va concediendo conforme avanzan las
investigaciones. Empezamos a saber que en el mundo de los microbios con los que
habitamos (tubo digestivo, piel, etc), lo que importa es la diversidad, la
población en su conjunto, las interacciones entre ellos y, finalmente, la
interacción con el huésped. La ciencia de la microbiota intestinal y su
relación con la salud, está en pañales, todavía, pero se han establecido
vínculos muy claros y demostrados entre los microbios intestinales y muchas
enfermedades, incluyendo trastornos mentales. Las bacterias intestinales tienen
una relación simbiótica con nosotros que va mucho más allá de ayudarnos con los
procesos digestivos ya que envían señales a nuestro sistema inmunológico y son
esenciales para la producción de neurotransmisores como la serotonina.
Pero ¿Qué hay de la relación entre la microbiota intestinal y
el rendimiento físico?
Hay muy pocos estudios al respecto, pero algunos datos
preliminares experimentales obtenidos a partir de estudios en animales o
estudios probióticos muestran resultados interesantes a nivel inmunológico, lo
que indica que la microbiota también actúa como un órgano endocrino y es
sensible a los cambios homeostáticos y fisiológicos asociados con el ejercicio.
Sabemos, por ejemplo, que el ejercicio reduce el tiempo de tránsito de las
heces en el intestino, reduciendo el contacto prolongado de los patógenos con
la capa mucosa gastrointestinal y el sistema circulatorio. Por otra parte, el
ejercicio moderado está asociado con niveles reducidos de cáncer de colon,
mientras que el ejercicio exhaustivo se ha asociado con alteraciones en el
tracto gastrointestinal debido a los efectos de toxicidad inducidos por la
reducción del flujo sanguíneo local y la translocación bacteriana (paso de
bacterias al torrente circulatorio). En este sentido, Matsumoto y col., en un
estudio realizado en 2008, informaron de una alteración en el contenido de la
microbiota y un aumento de las concentraciones de n-butirato en ratones
sometidos a natación extrema (nadar hasta la extenuación). El ejercicio altera,
por tanto, la microbiota intestinal en ratones, además, la distancia total a
cargo de estos animales se correlaciona inversamente con la relación de
Bacteroidetes-Firmicutes, una relación que al alterarse en función de las
Firmicutes, se relaciona con obesidad, también.
Un estudio que involucró a jugadores de rugby de elite (Clarke
SF et al), también informó de que el ejercicio aumenta la riqueza de la flora
intestinal y la diversidad. Por otra parte, este trabajo pionero en humanos
mostró que los índices de la diversidad de la microbiota intestinal, se
correlacionan positivamente con la ingesta de proteínas y con la concentración
de creatina quinasa, lo que sugiere que la dieta y el ejercicio son conductores
de la biodiversidad en el intestino. Este trabajo pone de relieve que el ejercicio
es otro factor importante en la compleja relación entre el huésped, la
inmunidad del huésped y la microbiota en deportistas de élite.
Por otro lado, una de las funciones esenciales del intestino
es la de mantener una barrera que impida la entrada de microorganismos
potencialmente nocivos para los órganos adyacentes estériles y para otros distantes.
Esta barrera mecánica puede ser alterada debido a la hipoxia esplácnica y
posterior reperfusión, lo que genera la translocación bacteriana, con la mayor
parte de las bacterias procedentes de la translocación de colon. El ejercicio
intenso y prolongado, como competiciones y entrenamientos intensos, están
asociados con varios niveles de hipoperfusión esplácnica y la isquemia y la
reperfusión subsiguiente.
Finalmente, estudios recientes han demostrado que el
entrenamiento controlado también ejerció algún efecto beneficioso sobre el
microbioma intestinal de ratas obesas e hipertensas y en ratones obesos con un
fenotipo inducido por la dieta alta en grasa (HFD). El entrenamiento en cinta
continua promovió Allobaculum en SHR y Pseudomonas y Lactobacillus en ratas
obesas. Por otra parte, la abundancia de dos bacterias familias (Clostridiaceae
y Bacteroidaceae) y géneros (Oscillospira y Ruminocossus) se correlacionó
significativamente con la concentración de lactato en sangre. Estos hallazgos
indican que el nivel de entrenamiento puede estar vinculado a estas proliferaciones
bacterianas específicas.
¿Y tomar un probiótico mejorar el rendimiento deportivo?
La evidencia científica de apoyo en beneficio ergogénico de
la suplementación con probióticos es insuficiente. Sin embargo, los suplementos
probióticos pueden desempeñar un papel en la reducción de situaciones con las
que se enfrentan con frecuencia los deportistas como enfermedades respiratorias
y gastrointestinales. En este sentido, comer alimentos fermentados (como el
yogur, encurtidos verdaderamente fermentados, chucrut, queso añejo, y el
kimchi) para apoyar la flora intestinal es una práctica extremadamente
recomendable.
Matsumoto M, Inoue R, Tsukahara T, Ushida K, Chiji H,
Matsubara N, Hara H. Voluntary running exercise alters microbiota composition
and increases n-butyrate concentration in the rat cecum. Biosci Biotechnol
Biochem 72: 572-576, 2008.
Clarke SF, Murphy EF, O'Sullivan O, Lucey AJ, Humphreys M,
Hogan A, Hayes P, O'Reilly M, Jeffery IB, Wood-Martin R, Kerins DM, Quigley E,
Ross RP, O'Toole PW, Molloy MG, Falvey E, Shanahan F, Cotter PD. Exercise and
associated dietary extremes impact on gut microbial diversity. Gut (Jun 9, 2014).
doi: 10.1136/gutjnl-2013-306541.
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