La información es poder, pero la buena información
Esta semana he tenido una
respuesta en las publicaciones que hago habitualmente, que me da pie para
escribir este artículo comentando lo que ha ocurrido.
En la primera, ante la
apertura de un debate (eso esperaba) enriquecedor (siempre es útil saber lo que
opinan los demás) sobre un aspecto del DHA que había encontrado en un metaanálisis
que se ha publicado, se produjo un hecho que enseña el lado oscuro de internet.
Mi intención era poner en
evidencia un hecho que yo había encontrado en la práctica clínica con mi
experiencia de varios años tratando a pacientes (y deportistas) con DHA, que
era la disminución de masa grasa y, particularmente, de masa grasa abdominal.
En el metaanálisis se insinuaba este tema que, a pesar de sonar muy raro, tiene
fundamento teórico debido a la actividad del DHA como señalizador y su acción
sobre los PPAR (proliferator-activated receptor) que, a su vez, influyen en el
metabolismo de los ácidos grasos al estar involucrados en la regulación de la
adipogénesis, balance energético, y la biosíntesis de lípidos.
El caso es que a mí me chocó
como clínico pero no llegué a prestarle excesiva importancia ya que es habitual
escuchar en consulta a deportistas que quieren quitarse grasa de la barriga
exclusivamente y siempre tienen una respuesta del tipo de “cuando el organismo
necesita grasa para producir energía la saca de donde él considera, no de donde
tú quieres”. Claro, al ver que había un suplemento que producía esta acción, mi
escepticismo me hizo ignorarlo durante un tiempo, pero al ver que era algo que
también habían observado otros clínicos, mi interés se reavivó y lo puse en la
red con el siguiente titular ¿Un suplemento para perder grasa de la cintura?
Pues a lo mejor es posible… Y ponía el enlace al artículo del metaanálisis (Enlace)
Bien, entre las primeras
respuestas, una me chocó mucho porque ponía que ¿Perder grasa de la cintura?
Eso suena a Marketing. Respuesta muy tajante a la que yo respondí que era un
tema a debatir y esperaba un poco de rigor y seriedad en las respuestas. La
cita a ese comentario empezaba diciendo “Señor rigor…” y claro, respondí que me
sentía agredido y zanjaba la conversación.
El tema en sí es irrelevante,
si no fuera porque demuestra dos cosas importantes de la comunicación por
internet en temas de divulgación científica. Por un lado, la facilidad de mover
el pulgar de forma instantánea al leer algo por encima, sin leerlo en profundidad
ni meditarlo suficientemente. Se lee el titular y se mueve el pulgar con lo
primero que se le ocurre. Por otro lado, la facilidad con la que se descarga
ira y frustración al no tener al interlocutor delante (no hay lenguaje
corporal).
Internet es la gran fuente de
información que los de mi generación ni siquiera soñábamos. Tener toda la
información disponible con solo un click y empezar a aprender y aprender… Genial.
Pero el problema es que no solo hay información, sino muchísima desinformación,
tergiversación o sencillamente información mal intencionada. Un ejemplo típico
es la antropología, en donde se puede leer tratados escritos por antropólogos
de gran nivel científico, junto a documentos infumables de creacionistas
fanatizados, pero con medios tecnológicos muy potentes que les permite estar en
primera línea de los buscadores. Así, que si tienes poco criterio de selección,
puedes leer en Google que descendemos de un ser creado de forma independiente y
ajeno al resto de evolución de todas las criaturas. ¡Tan panchos! Eso sí, con
todo lujo de imágenes, argumentos pseudofilosóficos y caras conocidas del mundo
del espectáculo.
¿Cómo obtener fuentes fiables?
¿Cómo confiar en lo que se lee? Pues siendo crítico y perdiendo el tiempo en
contrastar y, por supuesto, leyendo el curriculum y los antecedentes de quienes
escriben. Hay que leer más y no dejarse llevar por el impulso de darle al
pulgar con cualquier cosa que a uno se le ocurra (no digo nada ya sobre el respeto a los demás, porque de eso, mejor ni hablar..).
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